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La resistencia de los taxis: Cómo sobreviven los conductores que siguen trabajando con techo amarillo en la región de Valparaíso

La resistencia de los taxis: Cómo sobreviven los conductores que siguen trabajando con techo amarillo en la región de Valparaíso

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A nivel regional son poco más de 800 los taxis que están inscritos en los registros del Ministerio de Transportes, pero de ellos no todos continúan operando. Algunos lo dejaron, otros fallecieron, y otros mezclan el mundo “análogo” de los taxis tradicionales con el “digital” de las app. Estas son las historias de tres taxistas que se resisten al olvido.

La resistencia de los taxis: Cómo sobreviven los conductores que siguen trabajando con techo amarillo en la región de Valparaíso
Miércoles 7 de agosto de 2024 12:49
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"¿Cuánto me sale hasta calle Quinta con avenida Valparaíso?", pregunta una mujer intentando caminar con unas maletas grandes y un abrigo grande, justo antes de ponerse a llover, a pasos del Terminal de Buses de Viña del Mar. 

"$3.500", responde un conductor de taxi, tras lo cual, ambos apurados, ella se sube y él parte la marcha rumbo al destino solicitado. El viaje demora, en promedio, unos 20 minutos en hora peak.

En los últimos años, tras el arribo y masificación de las aplicaciones de celular para transporte de pasajeros, además de las restricciones propias de la pandemia por Covid-19, el rubro de los taxis tradicionales, esos de color negro con techo amarillo, y en general, de los taxis que se toman “de a pie” ha ido menguando en la Quinta Región. 

865 TAXIS EN TODA LA REGIÓN

Pero aún quedan algunos sobrevivientes a la ola tecnológica que revolucionó el mercado del transporte de pasajeros en la región, el país y el mundo entero. De acuerdo a los registros de la Secretaría Regional Ministerial (Seremi) de Transportes y Telecomunicaciones, el parque total de taxis de techo amarillo es de 865, de turismo (azules) son 195 y ejecutivos hay 612. Las ciudades con más taxis son Valparaíso, con 202; luego Viña del Mar, con 191 y después La Ligua, con 146. Le siguen Quillota, con 144 y San Felipe, con 125. Quilpué tiene 110, San Antonio 99, Los Andes 72 y Casablanca 63.

Los motivos de esta baja en este tipo de transporte son varios. Además del boom de las aplicaciones móviles, la pandemia, el estallido social y el paso del tiempo ha hecho que varios conductores de más edad se nieguen a cambiarse a las aplicaciones, o están con su salud deteriorada o han fallecido. Además, los más jóvenes prefieren trabajar en otras cosas, coinciden varios, pues pocos son los conductores de las nuevas generaciones que han visto llegar a ese rubro y quienes lo hacen, se van directo a las micros.

Por otro lado, los clientes son menos, por razones similares. Muchos pueden costearse un auto propio o prefieren usar las aplicaciones desde el teléfono.

SOBREVIVIENDO LA PANDEMIA, EL ESTALLIDO Y EL PASO DEL TIEMPO

“En unos siete u ocho años, más o menos, he perdido como la mitad de los clientes por las aplicaciones, pero a la vez he tomado nuevos clientes. Hay gente que realmente viene de Santiago y vienen por empresas, entonces le exigen tener un respaldo, que el boleto que da el taxímetro, en cambio en la aplicación no tienen cómo dar un respaldo de los gastos”, dice José Miguel Poblete, de 47 años, uno de los 865 taxis básicos que aún quedan transitando por la región.

Como herencia familiar luego de ver a su padre ser taxista, desde los 20 años comenzó a trabajar en lo mismo, lo que le ha permitido sacar adelante a su familia hasta ahora. Sagradamente llega cada día temprano a instalarse fuera del Terminal de Buses de Viña del Mar, y espera pasajeros, principalmente turistas o visitantes, en uno de los cupos reservados que paga al municipio por unos $15 mil mensuales. 

“Actualmente somos 13 autos acá, de los cuales estamos trabajando todos. Cuando vino la pandemia cerraron el terminal de buses, y quedamos tres vehículos trabajando. Entre pandemia y estallido social, varios colegas se retiraron porque ya son mayores de edad, tenían miedo a contagiarse también, así que ahí estuvimos batallando. El día que cerraron el terminal estuvimos dos semanas en que hacíamos una carrera, dos carreras en todo el día… Después ya vino el encierro total y ya varios se retiraron y quedamos los tres que íbamos a trabajar, así que optamos por trabajar con el centro comercial. La gente no tenía plata, entonces optamos por cobrar $3.000 a todo Viña, ya sea Forestal, Recreo, Miraflores, Achupallas, que era más o menos lo que les cobraba el pagarle cuatro pasajes a un colectivo, y así sobrevivimos”.

Hoy por hoy los taxis volvieron a su modalidad habitual, que es funcionar con el taxímetro, que finalmente termina saliendo mucho más caro que viajar en vehículos de aplicaciones, pero para ellos está plenamente justificado: “El taxi acá es uno de los más caros del país, si se compara con Santiago, por ejemplo, una vez yo lo pregunté en la Dirección de Tránsito y me dijeron que es por la geografía del lugar, acá mucha subida, mucho desgaste material neumático, más combustible, se gasta más de todo. En cambio la diferencia es que Santiago es todo plano, entonces hay menos gasto combustible, menos gasto neumático, de freno, el auto se deteriora menos. Acá uno tiene que subir cuatro pasajeros con bolsas de equipaje, subir cerros que son prácticamente cuestas. Además, nosotros tenemos un seguro para el pasajero si es que ocurre algún accidente, y hay dónde reclamar por cualquier situación, tenemos nuestra oficina acá en el terminal”.

En Viña del Mar hay “paraderos” de taxis no sólo en el terminal -que tiene dos, uno al que se puede acceder yendo al piso -1 en el rodoviario, y pidiendo un servicio en la oficina que está ahí, y otro por calle Valparaíso frente al terminal- pues también hay taxis en la plaza Sucre, frente al Cine Arte, en calle Quinta, Villanelo, y algunos que aún trabajan afuera del Casino Enjoy, aunque principalmente de noche.

En el terminal de buses hay algunos operadores de turismo que les ayudan a conseguir pasajeros que vienen llegando de otros lados, principalmente turistas. "Inicialmente eran muchos taxistas, porque se requería más servicio, pero ahora ha bajado el flujo de turistas con la pandemia y el estallido social, además de las aplicaciones", dice Raúl Retamales, uno de los agentes turísticos, quien destaca que la jornada parte a las 5 de la mañana. "La mayoría del público toman su teléfono y piden un auto, el porcentaje de clientela para los taxistas se ha perdido un 40% más o menos, ha afectado bastante", destaca.

Lo que complica principalmente a los conductores son los precios respecto de las aplicaciones móviles, pues si ellos, con taxímetro, cobran $3 mil por un viaje desde el centro de Viña hasta el mall 15 Norte, un Uber o Didi o Cabify saldrá la mitad, o menos. "Ellos cobran $6 mil al Casino, y un Uber o Didi cobra $2.500, es mucha la diferencia", señala el operador. Pero ellos, los taxistas, aseguran, no son lo mismo, pues hay una serie de gastos asociados que mantener.

LA RESISTENCIA

A las 7 de la tarde de un día de semana, en la plaza Sucre, en Viña del Mar hay apostados dos tipos de taxis, que se quedan hasta tarde -esa hora para los taxis es tarde- esperando pasajeros. Yasin Ali Abdullah (72) y José Rojas (68), taxis de turismo y básico, respectivamente, tienen una mirada similar del panorama del transporte y de cómo están ellos dentro del rubro.

Luego de que su exesposa le dijera que tenía que ponerse a manejar para luego dejarlo -según cuenta él- hace 15 años Ali Abdullah comenzó a conducir el taxi ejecutivo azul que tenía estacionado frente a Falabella, en el centro de Viña del Mar. Adelante de él está la competencia, Rojas, quien hace 10 años comenzó con su taxi de techo amarillo, pero ambos, sin conocerse más que en ese rato ahí, se llevan bien, pues saben que están en lo mismo, que son la “resistencia”.

“Los taxis de turismo como que vienen un poquito, entre comillas, a apoyar el trabajo de transporte en comunas que tienen más afluencia de público, pero no hay patente de taxi de turismo tampoco, es la misma patente naranja. La competencia es dura”, dice, mirando hacia la vereda del frente, donde hay varios autos estacionados o detenidos. “El problema está en que yo tengo que tener licencia profesional, primero que nada tengo que pagar impuestos, tengo que pagar el paradero, tengo que ir cada seis meses a hacer la revisión técnica, tengo que tener el seguro de transporte de pasajeros y la patente de color salmón. Es todo eso es un costo, y los autos que están allá frente, que son Uber, no hacen la revisión técnica, la hacen una vez al año, si usted se sube allá y choca allá en la esquina y pierde un dedo, un brazo o una pierna, no le van a pagar porque no están en el Ministerio de Transporte”, reclama.

Rojas, quien reconoce que trabaja 12 horas diarias, de 9 de la mañana a 9 de la noche, comenzó primero en los taxicolectivos, pero se cambió a los taxis “porque era más tranquilo, otro tipo de gente. Yo tengo una clienta que desde las 9:00 a.m. estoy con ella casi toda la mañana porque vamos para todas partes. La llevo al super, la llevo a pagarse, la lleva a todas partes, pero eso son dos veces al mes, y después hay que buscar”, relata.

Recuerda que hace unos años era común llevar gente con televisores o artefactos grandes que compraban en Ripley o Falabella, frente a la playa Sucre. “Ahora ya es una vez a las mil quinientas. También puede ser que los mismos negocios ya no venden o se venden mucho online, entonces el despacho llega a domicilio”.

También reconoce que los viajes “a Quintero, que antes eran súper buenos y seguidos, ya no existen, todo eso se ha perdido”.

De todas formas, se resiste a cambiarse a las aplicaciones, pese a que ve que al frente están instalados esperando los clientes que salen de los centros comerciales que antes él solía llevar. "Aún hay gente que es de taxi, sobre todo las personas mayores, gente más tranquila", dice.

Ali Abdullah compara los taxis con las app haciendo la analogía del comercio ambulante. “Usted se va para la calle Valparaíso y va a encontrar una cantidad enorme de gente que está trabajando, vendiendo cosas. En la calle venden cinco pares de calcetines por $1000, pero al frente está el lugar donde venden calcetines, que el gallo tiene que pagar derecho de llave, tiene que pagar impuestos, tiene que pagar personal, qué se yo. Y ese mismo calcetín lo vende en cinco lucas… Entonces usted dice entre comprar un calcetín por cinco lucas, prefiero comprar el de la calle, y me dan cinco pares por lucas, pero el que está afuera no paga derecho llave, no paga impuestos”, compara, para luego preguntarse: “¿Es justo?”.

Para José Miguel Poblete, sin embargo, es más que una opción: "Hace dos años que Uber recibe autos taxi y yo los complemento ambos, a veces me conecto".

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