Gracias al trabajo conjunto entre investigadores, viveros y diversas instituciones, una decena de especies nativas ha sido replantada en el vivero del jardín viñamarino.
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Tras el devastador megaincendio de febrero de 2024, que consumió más del 90% del Jardín Botánico Nacional de Viña del Mar, nuevas señales de vida comienzan a brotar entre sus senderos. Una de las protagonistas de este renacer es la Mutisia balsamica, también conocida como paramela del Puangue o jarilla, especie nativa que actualmente se encuentra en peligro y que forma parte de un esfuerzo científico y comunitario por rehabilitar el ecosistema del lugar.
Gracias al trabajo conjunto entre investigadores, viveros y diversas instituciones, una decena de especies nativas ha sido replantada en el vivero del jardín, como parte de un proceso de restauración ecológica. “En caso de que estas plantas volvieran a su casa”, comenta Katy Díaz, doctora en Biotecnología Vegetal e investigadora, destacando el simbolismo de reintroducir la flora nativa en su entorno original. “Muchas veces curamos sus hojas, semillas, hasta para cultivarlas in vitro. También usamos semillas de Cuarume, donde la Mutisia balsamica crece en forma natural; otras fueron solicitadas al INIA”, agregó a El Mercurio de Santiago la experta.
La paramela del Puangue no sólo es una planta de valor patrimonial, sino también parte de una iniciativa científica que busca repoblar áreas verdes y urbanas con especies endémicas. “Me parece que lo que corresponde es preservar la jarilla, son plantas propagadas in vitro tras los incendios. Especies como esta necesitan conservación y la donación ayudamos a su reincorporación”, afirma Díaz.
Además de estos esfuerzos, el jardín ha recibido múltiples donaciones, tanto de particulares como de empresas locales. “Hay viveros, una comunidad muy interesada en ayudarnos”, señala el director del Jardín Botánico, Alejandro Peirano. “Hoy y gracias a todas las especies que se han ido incorporando, hemos donado árboles nativos a varias localidades. Hasta empresas de la zona han donado material”.
Actualmente, el parque presenta un 60% de recuperación, un proceso favorecido por las lluvias del año pasado. “Eso, en gran medida, se debe a que el año pasado fue lluvioso e influyó en que muchas cosas brotaran por agua. A pesar de recibir calor muy intenso, no se quemó por completo, así nacía para volver”, explica Peirano. Hoy, los visitantes ya pueden observar nuevos brotes de encinos, molles y boldos, y se espera que muchos de los árboles rescatados sean replantados entre mayo y julio.
La infraestructura también ha sido rehabilitada. “Con la ayuda de Desafío Levantemos Chile y otras empresas se ha recuperado la zona, la glorieta, el canopy y el sistema de riego del jardín, que se quemó con los incendios y que ahora reemplazamos por uno mejor”, agrega.
Dentro de los próximos meses se inaugurará un nuevo sector para visitantes, con más de 15 módulos, incluyendo espacios dedicados a la horticultura, un laboratorio, un centro de semillas y oficinas educativas. En paralelo, el jardín ha intensificado sus actividades para atraer nuevos públicos. “Al parque vienen colegios, pero aún hay desconocimiento”, comenta Peirano, quien destaca que las visitas han aumentado en un 90% desde el incendio. “Mucha gente cree que el jardín está cerrado, pero no es así. A todos los invitamos a que vengan a visitarnos y estén en un lugar seguro y conectado con la naturaleza”.
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