
Poco o nada se entiende de ciertas formas que tiene el actual Gobierno de enfrentar las crisis de las cuales es protagonista, y donde muchas veces queda de manifiesto que muchas de ellas son deficiencias e incompetencias personales que no hacen más que reafirmar que existe una especie de premio o beneficio a quienes siguen recibiendo un millonario sueldo, pero haciendo poco, nada o –lo que es peor– no generando resultado ni gestión alguna para lo que fueron contratados.
Todos los funcionarios de Gobierno tienen sueldos que muchas veces superan con creces los 6 dígitos. Son millonarios. Qué más conocidos los 7 millones mensuales que cobra el denominado Gerente de la Reconstrucción, pero que más que sueldos lo que realmente parece que poseen este tipo de personajes es una beca, la que denominaremos «La Beca Boric».
Esta curiosa forma de estabilidad laboral parece indicar una especie de subsidio ideológico que garantiza el cargo y el sueldo, hagas lo que hagas —bien, regular o derechamente mal—, mientras pienses igual que el Presidente. Una lógica que recuerda a las barras bravas del fútbol: la lealtad no se mide por resultados, sino por pertenencia al grupo. Y así, aunque el equipo pierda todos los partidos, la hinchada aplaude con fervor.
¿Ejemplos? Sobran. Carlos Montes, ministro de Vivienda, quien sigue inexplicablemente en su cargo pese al escándalo del caso Convenios, a la reconstrucción que existe solo en el papel y cuyas cifras ni siquiera puede recordar, no por su edad ni menos porque se le olvide, simplemente porque no las conoce. Además, tiene a cuestas el déficit habitacional más profundo en décadas en nuestro país. Súmele a eso que abiertamente desde su cargo hace campaña por una candidata a las primarias; deja plantado a diputados, diputadas, damnificados; no va las comisiones; menos se atreve a dar entrevistas y ahora, la guinda de la torta, son los chats desconocidos de Montes en el expediente del Caso Procultura. Pero pase lo que pase, Montes seguirá con la «Beca Boric», cobrando todos los meses, sujetado en el cargo más por su currículum y su pasado político que por su capacidad y eficiencia. Hoy su incompetencia ni siquiera se puede discutir por respeto. ¿Pero quién va a atreverse a despedir y quitarle la «Beca Boric» a este histórico político del socialismo? Aunque de verdad sorprendería un acto de valentía del Presidente o, bien, de sensatez del mismo Ministro y que simplemente se vaya.
La «Beca Boric» también es para Belén Paredes, seremi de Vivienda en Valparaíso; y qué decir de Patricio Coronado, gerente de la reconstrucción tras el incendio de febrero de 2024. Tienen un desempeño que ronda lo inexistente. La Contraloría lo ha advertido: la entrega de subsidios es nula. Pero ahí siguen, con sus cargos intactos, protegidos por la “barra brava” gubernamental.
Y si no hubiese estallado el escándalo de la venta frustrada de la casa de Allende, Maya Fernández probablemente seguiría en Defensa. Javiera Martínez, la jefa de Presupuestos, fue protagonista de un bochorno monumental, pero no pasó nada. Todo se olvida si llevas puesta la camiseta del equipo y si tienes aquella varita mágica de la Beca.
Qué hablar del subsecretario de Pesca, Julio Salas. Lo de él es patético. Pero adivinen. También tiene «Beca Boric».
La «Beca Boric» no es otra cosa que una institucionalización del amiguismo, donde el mérito no cuenta y el Estado paga la cuenta. El resultado es un Gobierno que no cambia ni mejora, aunque el país entero reclame. Porque aquí, como en una barra brava, lo importante no es ganar, sino ser de los nuestros. Total, la plata no es de ellos, es de todos. ¿Cuántos becados conoce usted aparte de los aquí nombrados?