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Adolescentes violentos: Psicóloga explica las razones cuando la falta de contención y empatía termina en tragedias como la de Viña

Adolescentes violentos: Psicóloga explica las razones cuando la falta de contención y empatía termina en tragedias como la de Viña

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Lilian Pérez Loezar, académica de la UPLA, abordó con Puranoticia.cl los factores que podrían explicar este tipo de decisiones radicales y violentas como las registradas afuera del liceo Guillermo Rivera, donde un escolar fue asesinado aparentemente por un ex compañero.

Adolescentes violentos: Psicóloga explica las razones cuando la falta de contención y empatía termina en tragedias como la de Viña
Lunes 20 de octubre de 2025 17:00
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El reciente asesinato de un estudiante de 16 años frente al liceo Guillermo Rivera, en pleno centro de Viña del Mar, remeció a la comunidad educativa y encendió nuevamente las alarmas sobre la violencia juvenil. El hecho, ocurrido la semana pasada, donde la víctima habría sido atacada por un ex compañero de colegio, abrió un debate en torno a las causas que pueden llevar a adolescentes a adoptar conductas extremas y letales, muchas veces en espacios donde deberían sentirse seguros.

En ese contexto, Puranoticia.cl conversó con la psicóloga y académica de la Universidad de Playa Ancha (UPLA), Lilian Pérez Loezar, quien abordó los factores que podrían explicar este tipo de decisiones radicales y violentas. La especialista planteó que más allá del acto mismo, es necesario comprender las condiciones que lo hacen posible: los entornos familiares, la falta de contención emocional y la creciente exposición a la violencia, tanto en la vida cotidiana como en los medios y redes sociales.

En primer lugar, sostuvo que "el concepto de violencia, sobre todo en los adolescentes, al final se termina trabajando desde un aspecto, y los otras no se trabajan al mismo tiempo. Por ejemplo, un chico está aprendiendo estrategia de convivencia en el colegio, excelente; están mejorando las condiciones al interior del colegio, excelente; pero resulta que los fines de semana está viviendo en un vecindario que es tremendamente violento, y además en su casa puede que haya violencia o que se haya naturalizado el maltrato, físico o psicológico o la lesión del autoestima".

En ese sentido, recalcó que "aprende en el colegio, pero ¿cómo traslada eso si no se está interviniendo a la familia y no se está interviniendo el vecindario? Entonces siempre va a quedar esta forma de abordaje corto, si no se trabaja a nivel de toda la sociedad. Por eso es de largo plazo porque, además, en el caso de los jóvenes también hay un desarrollo cerebral que está manejándose y justamente por el entorno que valida o no valida ciertas conductas, que tiene que ver más con el plano socioemocional. Por eso que intervenir tempranamente y neuroprotección, trabajando con los niños, pero también con la familia, desde la salud mental y no desde la enfermedad mental, y entregarle a los padres, a las familias, a los cuidadores, la crianza positiva, el apego seguro, para que puedan los chicos tener resiliencia, es decir sean capaces de enfrentar de manera adecuada las dificultades que le puede estar presentando el medio".

Por otro lado, planteó que "esta educación socioemocional, que parte en la niñez, sea durante toda la vida, así como el lenguaje está en todos los años escolares, se podría poner perfectamente una asignatura que se llamara Educación Socioemocional, que enseñe técnicas de autorregulación, manejo de la ira, con relación a la cognición social, la empatía, teoría de la mente, porque eso va a ser justamente un factor protector contra el bullying, contra la conducta agresiva, y contra esta desregulación que fue el resultado que este niño murió, y sobretodo aquí yo también quiero hacer un hincapié en el acceso a la salud mental".

También criticó el trabajo que se realiza en materia profesional, advirtiendo que "nuestro país no tiene un gran acceso a la salud mental y es triste que lo diga, pero muchos de los profesionales que se dicen clínicos no tienen la especialidad en clínica, por lo tanto la forma o el enfoque terapéutico no me quedaría tan claro si la intervención es la adecuada. Entonces ahí además jugamos con un tema que tiene que ver con la propia profesión de los psicólogos y de los psiquiatras. Bueno, y en general la salud pública, como tienen un presupuesto restringido, la tendencia es a contratar personas recién tituladas, recién egresadas, porque son más baratas. El problema es que esas personas son las que se están haciendo cargo de programas muy complejos, como es, por ejemplo el adolescente o el manejo de la ira".

Respecto a cómo se explican estos actos irracionales, donde un menor de edad sale de su casa con la intención de apuñalar a otro, sabiendo que esto le puede costar la vida, la Lilian Pérez Loezar sostuvo que "aquí se juntan tres cosas: uno, es la propia inmadurez que tienen los chicos en cuanto a la inmadurez de la corteza prefrontal, que es un tema de desarrollo neurológico y no se puede apurar. El tema de la maduración cerebral es con el tiempo y mientras eso no esté bien definido, hay una falla en el control de los impulsos, un juicio precio, un juicio inadecuado, porque obviamente si era un compañero de curso, era obvio que lo iban a reconocer y que lo iban a meter preso, pero esa parte no la ven. La planificación es: ahora estoy enojado, ahora tengo rabia, ahora golpeo, ahora mato o ahora disparo. Entonces eso hace que no tenga una capacidad adecuada para sopesar las consecuencias graves, como es la misma o la cárcel, porque la satisfacción emocional le dice: 'mata, agrede, sé tú más grande'".

Por otro lado, también indicó que "está el sistema límbico, que es el encargado de la parte emocional. La ira es una de las primeras emociones, junto con el miedo. La ira madura antes que el miedo, por lo tanto primero me da rabia y es más caro mi miedo, y por tanto los chicos son súper reactivos a estímulos estresantes o a amenazas, entonces eso hace que ellos sean reaccionen impulsivamente, y esa reacción impulsiva está muy poco regulada, muy poco modulada por el razonamiento, no piensan, actúan, después piensan, pero ya lo hicieron".

En cuanto al entorno, precisó que se trata de "tener que adaptarnos nosotros como sociedad a que la violencia es cada vez más común, entonces frente a la violencia crónica, eso es algo que también nos tenemos que hacer cargo como sociedad, donde facilitamos juegos y un montón de elementos que hace que los chicos se expongan repetidas veces a la violencia. Ellos aprenden desde el juego a ser violentos y, por lo tanto, obviamente van a moldear el cerebro con conductas hostiles, por un entorno hostil, porque el cerebro confunde la realidad con la fantasía, y es por eso que nosotros vemos una película y nos ponemos a llorar, o vivimos el dolor o la pena o el miedo que está viviendo el protagonista, porque nos metemos eso en el cerebro y no ve la diferencia entre lo que es real y lo que es fantasía".

Al respecto, concluyó diciendo que "si yo estoy jugando todo el día a matar soldaditos o a dispararle a fantasmas, estoy enfrentándome todo el día con un cualquier asesino a sueldo, ocho horas o seis horas, o las horas que sean, solamente a matar, a luchar o a huir, que es la respuesta del miedo, y eso genera al final una violencia crónica, porque esa alerta elevada o esa desregulación emocional que estoy conteniendo o que estoy aprendiendo a tener, debido a los juegos que estoy utilizandodo, van a ser mis formas de responder frente al estrés, y por eso es que la mayoría de los chicos hoy día cada vez son más violentos y son más impulsivos".

La reflexión de la académica apunta, en definitiva, a la necesidad de asumir la violencia juvenil como un problema estructural que requiere respuestas integrales y sostenidas en el tiempo. No se trata solo de intervenir tras la tragedia, sino de construir entornos que promuevan la contención, la empatía y la regulación emocional desde la infancia. En palabras de Lilian Pérez Loezar, la educación socioemocional, el acceso oportuno a la salud mental y la capacitación adecuada de los profesionales son pilares esenciales para prevenir que el enojo o la frustración de un adolescente deriven en actos irreparables.

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