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La Columna de Fundación P!ensa: "Mujeres dirigentes: ¡Arriba las que luchan!"

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Gonzalo García Cañete, investigador de Fundación P!ensa, dedicó algunas líneas para realzar el rol de las mujeres dirigentes vecinales.

La Columna de Fundación P!ensa: "Mujeres dirigentes: ¡Arriba las que luchan!"
Viernes 27 de agosto de 2021 18:32
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Columna de opinión de Gonzalo García Cañete, investigador de Fundación P!ensa.

Corría la década del '70, post golpe de Estado, y la incertidumbre de lo sucedido en esa época tenía pasmados a algunos, asustados a otros. No importaba el rincón de Chile en que estuvieras, si la sociedad era rural o urbana. Lo cierto es que se estremeció todo en esos años. No había para comer, el chancho chino era el alimento de muchos. Los sectores populares de esos tiempos estaban entre el hambre y el frío, solo las fogatas en medio de las tomas o zonas más pobres calentaban el ambiente. En ese tiempo sí que había patipelaos, los de verdad. Niños sin zapatos que no teniendo como cubrirlos, andaban descalzos.

Sin embargo, dentro de los dolores nacen las virtudes más arraigadas del alma humana, aquellas movidas por el amor y la entrega desinteresada al otro. A pesar de lo inclemente de la vida, lo poco que había era comunitario. Chancho chino o no, lo cierto es que las ollas comunes alimentaban no solo las bocas, sino que también el espíritu de aquellos pobres que poco o nada tenían. Esas ollas eran lideradas por las mujeres de cada barrio, gestión de una organización comunitaria y popular que alimentaba a todos. Entre pañales de género, techos caídos, lavando ropa en las artesas, calentando el agua a fuego de leña en tarros de pintura. Las mujeres madres y esposas se transformaron en mucho más que eso, mantuvieron viva la acción y el trabajo territorial, una dirigencia vecinal, sin rut ni rol.

Después, en el retorno de la democracia en la década del '90, hubo una rearticulación político social que nos llevó a los mejores años económicos del país, cosa que se mantuvo estable hasta más o menos 2011. Durante ese periodo las organizaciones sociales que pudieron se transformaron en juntas de vecinos. Fue difícil, la confianza había que rearmarla. Recuerdo a mi mamá haciendo esos esfuerzos en la junta de vecinos de El Pedregal en la pequeña ciudad de San Fernando. En esos tiempos, el rostro dirigencial nuevamente fue el de mujeres luchando por rearmar ese tejido social que, si bien en algunos sectores nunca se perdió, en otros no quedaba ni huella.

Hoy, en el año 2021, en nuestro país ha corrido mucha agua bajo el puente como para detallarlo en esta columna, pero puedo decir que se reduce a un puñado de personas cuya intención es escribir la nueva Constitución del país que, a mi juicio -perdónenme lo escéptico- no tendrá mucho efecto en la vida futura de nuestros habitantes. Así las cosas, hace un par de días atrás, me toco participar en una actividad donde se les hizo un reconocimiento a los dirigentes sociales de la ciudad de Valparaíso -que tuvieron su día el 7 de agosto pasado-. Sin bandera multicolores en los edificios públicos, sin eslóganes y en silencio, tal cual el trabajo que realizan se celebra a los dirigentes de cada barrio.

Acá en la ciudad puerto, estaba absorto pensando en cuanto hay que hacer por el país, pues, me tocó estar sentado en una mesa y compartirla con dirigentas del cerro La Cruz y de Ramaditas. Estas últimas de una toma que, hasta el día de hoy, con más de 30 años de lucha, aun no tiene agua potable. Curioso para un país que pretende estar dentro del grupo de elite de los más desarrollados.

Cuando conversaba con ellas, me daba cuenta de que el tiempo pasado no hacía mella en sus intenciones que repetidamente decían: "Estoy aquí por mis vecinos", con un desprendimiento total.

Mientras cada uno de los dirigentes sociales del puerto eran llamados adelante para recibir un presente, puedo decir que me dediqué a mirar cada mesa. No había duda, en ese lugar estaban reunidos más de 100 líderes barriales porteños, de los cuales, fácilmente 90, sino más, eran mujeres.

Dentro de los últimos 60 años de historia de nuestro país hay un trabajo silente, asertivo, con pobres herramientas a la mano liderado por decenas de dirigentas, madres y esposas que jamás han parado. Mujeres que están ahí, por un bien mayor que es fácilmente tangible del cual toda autoridad debiera aprender. Quizá es momento propicio para poner sobre relieve que ese trabajo debe ser reconocido con todo. Tal vez allí está la llave para salir adelante. Pues, en la dirigencia vecinal no hay colores políticos, no hay izquierdas ni derechas, solo personas que se toman a pecho el refrán "haz el bien y no mires a quién".

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