
El mandatario argumenta que la decisión es necesaria para garantizar la integridad y seguridad de futuras elecciones, mientras que sus detractores señalan que se trata de una movida política para limitar el acceso al sufragio.
El presidente estadounidense, Donald Trump, anunció este lunes que firmará una orden ejecutiva para eliminar por completo el voto por correo y las máquinas de votación en Estados Unidos. La medida, que ha sido calificada de histórica por su radicalidad, tiene como objetivo "devolver la honestidad" a los procesos electorales de cara a las cruciales elecciones legislativas de 2026.
La justificación del mandatario se centró en la supuesta ineficiencia y alto costo de los sistemas actuales. En una publicación en la red social Truth, Trump afirmó que las máquinas para depositar votos cuestan "diez veces más que el más preciso y sofisticado uso de paper con marcas de agua", que él propone como alternativa. Además, reiteró acusaciones no verificadas sobre el voto por correo, al que tildó de "estafa" que beneficia únicamente a los demócratas.
En una de las declaraciones más controvertidas de su anuncio, el presidente republicano desafió el principio de soberanía de los estados en materia electoral. "Recuerden que los estados son meramente un agente del Gobierno Federal para contar y tabular los votos. Deben hacer lo que el Gobierno Federal, representado por el Presidente de Estados Unidos, les diga", sentenció.
Estas propuestas no son las únicas en su estrategia de consolidación de poder. Los cambios se suman a una serie de planes para modificar el dibujo de algunos distritos de escaños del Congreso para favorecer a los republicanos, y alterar el modo en que el Censo calcula la población, lo que impacta directamente en el peso electoral de cada estado.
Todas estas iniciativas se dan en un momento político clave. En noviembre de 2026, la totalidad de la Cámara de Representantes y un tercio del Senado serán renovados. Con su "frágil mayoría" en el Legislativo en juego, Donald Trump busca asegurarse un control político para los dos últimos años de su segundo mandato, en lo que sus críticos ya califican como un intento de subvertir el sistema democrático desde la Casa Blanca.
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