La alianza entre Caracas y Damasco comenzó a forjarse en 2006, cuando Chávez realizó la primera de tres visitas que haría a Siria durante su mandato (las otras dos serían en 2009 y 2010).
Cuando el pasado 31 de mayo aterrizó en Damasco un Airbus A340 de la estatal venezolana Conviasa, Caracas se convirtió en la única ciudad del continente americano en contar con un vuelo directo hacia la capital de Siria.
Luego de años de una brutal guerra civil, cuyos excesos derivaron en numerosas sanciones que aislaron al gobierno del presidente Bashar al Asad, las conexiones de Siria con el mundo son muy reducidas.
Apenas un puñado de países tiene vuelos directos con Damasco, y Venezuela es el más lejano.
El establecimiento de esta conexión no es del todo novedoso, pues originalmente se instauró en 2007 como parte de una ruta semanal Caracas – Damasco – Teherán, impulsada en el marco de la alianza que entonces estaba forjando el fallecido mandatario Hugo Chávez con Bashar al Asad y con el entonces mandatario iraní Mahmoud Ahmadineyad.
Esos vuelos se suspendieron a inicios de 2012 y resurgen ahora en un momento en el cual tanto Al Asad como Nicolás Maduro parecen haber sorteado las presiones internas y externas que amenazaban con sacarlos del poder y aparentemente comienzan a reintegrarse en escenarios internacionales, de los que estuvieron excluidos durante años.
El reinicio de esta ruta es también fruto de la decisión de ambos gobiernos de fortalecer las relaciones bilaterales que han hecho de Venezuela el principal aliado de Siria en América Latina.
¿Pero qué logra el presidente Maduro al impulsar una alianza con el gobierno de un país tan lejano, cuestionado internacionalmente, empobrecido y que nunca ha ocupado un lugar destacado en la agenda comercial de Venezuela?
Empezemos primero con un poco de historia.
La alianza entre Caracas y Damasco comenzó a forjarse en 2006, cuando Chávez realizó la primera de tres visitas que haría a Siria durante su mandato (las otras dos serían en 2009 y 2010).
Durante esos años, ambos gobiernos suscribirían acuerdos de cooperación en economía, agricultura, turismo, ciencia, tecnología y petróleo, entre otras áreas, incluyendo una iniciativa para exportar aceite de oliva sirio hacia Venezuela y otra para construir una refinería en Siria capaz de procesar 140.000 barriles de crudo al día, que se esperaba iba a ser inaugurada en 2013.
Pese a estos acuerdos, la relación comercial entre Siria y Venezuela no llegó a ser especialmente significativa.
En un análisis publicado en 2008, el experto petrolero José Toro Hardy cuestionaba la pertinencia de que Venezuela se implicara en el proyecto para construir la refinería en Siria, cuyo costo se cifraba en US$2.600 millones y en la cual Venezuela iba a tener una participación del 33%.
“Resulta difícil entender cuál pudiera ser el interés económico de Venezuela en este proyecto (…) Está claro que los crudos venezolanos no podrían ser procesados en esa refinería por razones de costo de transporte y características de nuestro petróleo”, escribió.
También había dudas sobre la rentabilidad económica de los vuelos de Conviasa hacia Damasco y Teherán.
Pero es que más que por lo económico, las relaciones entre Venezuela y Siria están marcadas por el interés político.
“Se trata de una unión ideológica-política”, dice a BBC Mundo Héctor Quintero, diplomático jubilado y exembajador de Venezuela en Israel.
Desde la primera visita de Chávez a Damasco quedó claro que el vínculo político jugaría un papel preponderante.
En una comparecencia pública junto a Asad, el mandatario venezolano destacó que ambos países mantenían la misma posición “firme y decidida” en contra del “imperialismo” y que querían cooperar en la “construcción de un mundo nuevo” en el que la economía no estuviera al servicio de las fuerzas de la “hegemonía”.
En aquel encuentro, Chávez respaldó el reclamo de Siria por la devolución de los Altos del Golán, mientras que Asad anunció su apoyo a la elección de Venezuela como miembro no permanente del Consejo de Seguridad de la ONU.
En 2010, Asad visitó Venezuela y Chávez le rindió honores al otorgarle una réplica de la espada del Libertador Simón Bolívar. En aquel encuentro, ellos bautizarían la alianza Caracas – Damasco como el “eje de los valientes”.
El alineamiento entre Siria y Venezuela en política exterior sería visible desde los primeros encuentros entre Asad y Chávez.
Héctor Quintero señala que Chávez rompió la histórica neutralidad de Venezuela en los conflictos de Medio Oriente para apoyar las posturas de Damasco y Teherán en contra de Israel en relación, por ejemplo, con la situación en Líbano y en el conflicto con los palestinos.
Al mismo tiempo, Chávez impulsó en 2010 la incorporación de Siria como “miembro aliado” de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), conformada en la actualidad por Venezuela, Cuba, Nicaragua, Bolivia y cinco pequeñas islas del Caribe.
El apoyo de Caracas a Damasco se ha mantenido a lo largo de todos estos años, incluso durante los momentos en los que el gobierno de Asad ha sido objeto de las más duras críticas y condenas por parte de la ONU.
En 2012, por ejemplo, la Asamblea General de la ONU aprobó con 137 votos a favor una resolución en la que condenaba las “amplias y sistemáticas violaciones de los derechos humanos” por parte del gobierno de Siria. Venezuela fue uno de los 12 países que votaron en contra y su postura fue acompañada por otros países del ALBA: Bolivia, Cuba, Nicaragua y Ecuador (que entonces formaba parte de ese grupo).
Y ese apoyo en Naciones Unidas ha continuado con los años.