El 28 de julio de 2024, el Consejo Nacional Electoral proclamó a Nicolás Maduro como vencedor, con más del 51% de los votos, frente al 43% que le atribuyó a Edmundo González.
Venezuela vivirá este viernes el arranque de un nuevo período presidencial de Nicolás Maduro, quien insiste en su desafío de tomar posesión pese a que el chavismo aún no ha publicado las actas que deberían avalar su teórica victoria, mientras que el opositor Edmundo González se aferra al consenso internacional para abanderar una nueva era.
Maduro comenzó a liderar el chavismo tras la muerte del impulsor de este movimiento, Hugo Chávez, en 2013. Heredó el cargo y también una legitimidad que aguantó en las elecciones de ese mismo año, con una victoria ante el opositor Henrique Capriles, y que perdió a ojos de gran parte de la comunidad internacional en los comicios de 2018.
Ya entonces Venezuela estaba inmersa en una escalada represiva y, de hecho, ninguna figura relevante de la oposición presentó su candidatura al constatar que no existían unas mínimas garantías. En enero del año siguiente, coincidiendo con el arranque de un nuevo mandato, el opositor Juan Guaidó se proclamó "presidente encargado" haciendo valer la jefatura de la Asamblea Nacional y el aval de medio centenar de países.
Han pasado seis años desde entonces y la historia se repite, con la salvedad de que ahora la oposición está completamente borrada de las instituciones y se aferra a las elecciones del 28 de julio de 2024, a las que sí decidió concurrir tras no pocos debates internos. Los principales partidos opositores aparcaron sus públicas discrepancias en aras de un interés y una candidatura comunes.
Celebraron un proceso de primarias del que surgió como clara vencedora la líder de Vente Venezuela, María Corina Machado, pero su inhabilitación política -refrendada por las instituciones chavistas en los meses previos a las elecciones- obligó a buscar un plan B y hasta un plan C. La oposición optó en un inicio por Corina Yoris, pero la incapacidad para inscribirla llevó a última hora a anotar al exdiplomático Edmundo González, sin apenas perfil público.
Las dos partes llegaron al 28 de julio presumiendo en sus declaraciones públicas de una inminente victoria y la jornada electoral transcurrió con tensión, especialmente a medida que las horas iban transcurriendo sin datos oficiales y entre incidencias técnicas. A última hora, el Consejo Nacional Electoral –controlado por el oficialismo– proclamó a Maduro como vencedor, con más del 51% de los votos, frente al 43% que le atribuyó a González.
La oposición clamó fraude ya desde un primer momento y Machado –convertida ya en su principal líder– anunció que disponían de actas oficiales que acreditaban una clara victoria de su candidato. Unas actas que la disidencia difundió en Internet, en una decisión que a la postre le costaría a Machado y González ser señalados por la Fiscalía por varios delitos.
Se presentaron por tanto dos versiones contrapuestas y Maduro se aferró primero al CNE y luego al Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) para dar su victoria por confirmada, pese a que ninguna de estas instituciones a hecho públicas las actas. Países aliados como Rusia, China o Cuba reconocieron también la victoria del mandatario, aunque Maduro se ha topado con las dudas de la mayor parte de la comunidad internacional y de teóricos socios como el colombiano Gustavo Petro y el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva.
La oposición, de hecho, ha vuelto a fiar gran parte de sus esperanzas en la presión internacional. Machado sigue en Venezuela, pero Edmundo González emprendió en septiembre el mismo camino que habían tomado antes decenas de representantes de la disidencia, el del exilio, y viajó a España para pedir asilo tras permanecer refugiado desde el día siguiente de las elecciones en las embajadas neerlandesa y española en Caracas.
González prometió ya desde España volver a Venezuela para tomar posesión del cargo este 10 de enero, descartando una hipotética investidura en el exilio. Pese a que confiaba en que "en algún momento" Maduro acataría la "soberanía popular", como afirmó en una entrevista a Europa Press, lo cierto es que el calendario ha corrido y el presidente venezolano sigue aferrado a su asiento.
La tensión política tras las elecciones se tradujo en un primer conato de movilización social que fue rápidamente reprimida por las fuerzas de seguridad. Unas 2.400 personas fueron detenidas durante estas protestas, parte de las cuales han sido excarceladas en los meses posteriores. Esta misma semana, la Fiscalía elevó a más de 1.500 la cifra total de liberaciones.
Sin embargo, la ONG Foro Penal advierte que el año 2024 se cerró con casi 1.800 presos políticos en las cárceles de Venezuela y tanto la oposición interna como organismos internacionales como la ONU temen que la represión se recrudezca ante un futuro incierto. Partidos, ONG y líderes disidentes han denunciado simbólicas detenciones arbitrarias en los últimos días, entre ellas la del yerno de Edmundo González y de la misma María Corina Machado.
Maduro, entretanto, presume de haber evitado "una guerra civil" mientras el chavismo desvela supuestas tramas golpistas que, en última instancia, tendrían como artífices a enemigos extranjeros y, en particular, a Estados Unidos. Tras evitar cualquier mínima concesión a la oposición, llama a sus fieles a acompañarle en una investidura que, según su versión, debería mantenerle como el líder legítimo de Venezuela otros seis años más.
Edmundo González, por su parte, ha pasado los días previos a la fecha clave viajando por Estados Unidos y América Latina, en un último intento de evidenciar los apoyos de los que dispone antes de emprender el teórico retorno. Sin embargo, pese a que una gran mayoría de los países asumen que fue él quien venció los comicios de julio, no todos han dado el simbólico paso de reconocerle como presidente electo, etiqueta que sí le han concedido algunos socios como Estados Unidos, Argentina, Canadá e Italia.
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