Se trata de Zaka, una organización religiosa que desde el ataque ha sido responsable de una de las tareas más difíciles que se están llevando a cabo en Israel.
Detrás de unas puertas altas con alambre de púas de una base militar en el centro de Israel, y lejos de la mirada pública, soldados, policías y expertos forenses trabajaron diligentemente la semana pasada en una tarea que es casi imposible de imaginar desde afuera: la identificación masiva de las víctimas del mortal ataque de Hamas.
Junto a ellos, hasta altas horas de la noche y bajo la intensa luz de los reflectores, estaba otro grupo identificable por sus chalecos amarillos brillantes.
Se trata de Zaka, una organización religiosa que desde el ataque ha sido responsable de una de las tareas más difíciles que se están llevando a cabo en Israel.
Su trabajo consiste en recoger todas las partes de los restos de los fallecidos, incluyendo su sangre, para que puedan ser enterrados de acuerdo con la ley religiosa judía.
La organización es llamada cuando ocurren eventos traumáticos, incluyendo desastres naturales, suicidios desde edificios y actos de terrorismo.
La mayoría de sus miembros son judíos ultraortodoxos y todos son voluntarios.
Cuando Hamas comenzó su violenta incursión por el sur de Israel el sábado 7 de octubre, Baroch Frankel, un voluntario de 28 años de Zaka estaba observando el Sabbath como de costumbre en su apartamento en Bnei Brak, una ciudad ortodoxa cerca de Tel Aviv donde viven muchos de los voluntarios.
Hacia media mañana, escuchó en su radio walkie-talkie de Zaka que había una especie de emergencia.
El walkie-talkie estaba permitido, puesto que el Sabbath puede romperse en asuntos de vida o muerte, pero no fue hasta el anochecer que Frankel pudo mirar su teléfono y entender completamente la magnitud del ataque.
Luego, él tomó su equipo, que contenía bolsas para cadáveres, guantes quirúrgicos, cubrezapatos y trapos para absorber la sangre, y se subió a su automóvil.
"Simplemente conduje", dijo.
Zaka fue formalmente establecida en 1995, pero tiene raíces que se remontan a 1989.
Su fundador hizo parte de un grupo de voluntarios religiosos que se reunieron para recuperar restos humanos después de que un atacante suicida se apoderó del volante de un autobús público en Israel y lo condujo a un barranco.
En la costumbre judía, los cuerpos deben ser recolectados en la mayor medida posible y todos los restos disponibles deben ser enterrados juntos.
Por eso, los voluntarios de Zaka se aseguran de que esto se haga apropiadamente y, como lo dice su lema, con "el debido honor".
Sin embargo, en el lugar del festival de música el día del ataque, los voluntarios se enfrentarían a una escena abrumadora, incluso para ellos.
Todavía estaba oscuro cuando Frankel llegó, y los soldados israelíes aún estaban intercambiando disparos con Hamás; así que él se tendió en la arena a esperar hasta que fuera seguro. Luego comenzó a trabajar.
Los voluntarios de Zaka han estado trabajando en todos los sitios del ataque desde entonces.
Ellos recolectan los cuerpos en turnos de dos horas porque el trabajo es muy duro. Frankel dijo que lidiar con los restos de los niños fue lo peor.
Mientras se trasladaba del sitio del festival a un kibutz cercano el día del ataque, la policía advirtió, incluso a los equipos de Zaka -que son ampliamente conocidos por su experiencia en este trabajo- que lo que había dentro de los hogares era difícil de ver.
Adentro, Frankel encontró niños quemados, personas destrozadas por granadas y familias acribilladas en sus hogares.
"No entiendes cuántos bebés, cuántas personas quemadas conté", dijo.
"Ahora, cuando te hablo, vuelvo a ver esas imágenes frente a mis ojos".
Por su trabajo, especialmente en este momento, los voluntarios de Zaka son a menundo elogiados por las personas que los ven en la calle con sus chalecos amarillos.
La semana pasada, al caminar por su barrio, en la ciudad de Bnei Brak, Frankel restó importancia a los elogios.
"Zaka es un servicio sagrado porque no busca agradecimientos", dijo.
"Los muertos no pueden devolverte lo que haces por ellos".
Para el miércoles en la tarde, los voluntarios de Zaka habían terminado su trabajo de recolección de restos en el sur de Israel.
Frankel tenía que conducir una hora hacia el norte hasta llegar a la base militar donde los cuerpos eran procesados.
Dentro de la base había alrededor de 20 unidades enormes de almacenamiento en frío, parecidas a contenedores de carga, alineadas para contener los cuerpos.
Los rabinos y los voluntarios de Zaka estaban haciendo todo lo que estaba a su alcance para preservar la dignidad de los fallecidos, a pesar de la magnitud de la operación y la condición de algunos de los restos.
Se aseguraban de hacer una pausa y rezar por cada persona, cuando era posible, y los trabajadores ortodoxos se reunían cada 15 minutos para decir sus propias oraciones mientras continuaba el trabajo a su alrededor.
Yacoub Zechariah, de 39 años, es el vicealcalde de la ciudad natal de Frankel, Bnei Brak y estaba en su quinto turno nocturno consecutivo para Zaka.
"Físicamente, son horas y horas sin dormir y transportar cadáveres es un trabajo duro", dijo.
"Pero lo superamos".
Zechariah, padre de cinco hijos, había visto cuerpos de niños traídos con heridas terribles y quemaduras, expresó.
Algunos habían sido decapitados, aunque no estaba claro cómo. Algunos de los niños muertos tenían las manos y los pies atados con cables de teléfono.
Zechariah sacó una bolsa para cadáveres de un camión con un apellido escrito en marcador.
La siguiente bolsa tenía el mismo apellido y la siguiente, también. Finalmente, había sacado a cinco miembros de una misma familia del camión.
Eran dos padres y tres niños pequeños que habían sido asesinados por Hamás en su hogar en el kibutz de Kfar Azza.
"Ver a toda una familia asesinada es algo que quebranta a un ser humano", dijo Zechariah.
"Tengo cinco hijos. Somos personas de fe y sabemos que todo proviene de Dios, pero esto es difícil para nosotros de entender".
Cuando Zechariah había verificado los rostros de la familia y los habían trasladado al sitio de almacenamiento, caminó hacia el borde de la zona donde estaban procesando los cuerpos y lloró.
Unas horas después, a las 5:00 de la madrugada, terminó su turno y se sentó en silencio en su carro para tomar un café y fumar un cigarrillo.
Luego condujo media hora a su casa en Bnei Brak, durmió dos horas y se dirigió al Ayuntamiento para comenzar su día como vicealcalde.
Fuera de la base y lejos de los horrores del interior, los familiares de los fallecidos acampaban en la carretera sentados en sillas de jardín, ayudados por puestos de comida ambulantes y donaciones de residentes locales.
Ortal Asulin había estado durmiendo en la carretera desde que se enteró el sábado que su hermano, un famoso exfutbolista llamado Lior Asulin, había sido alcanzado en el ataque.
"Nadie nos dará respuestas. Hay un gran caos adentro", dijo, luciendo completamente destrozada.
"Vamos a preguntar cada cinco minutos. Aquí todos nos conocen, nuestros nombres, nuestro número de teléfono, el nombre de mi hermano y su foto".
"Era un futbolista famoso, solo una persona necesita verlo adentro para saber que es él".
En ese momento, Frankel escuchó a Ortal y reconoció el nombre de su hermano.
"Lo vi", dijo Frankel. "Vi su rostro, estoy seguro".
Ortal se derrumbó en el pavimento entre lágrimas.
El resto de la familia se apresuró alrededor de Frankel mientras él intentaba en vano comunicarse con un colega en el interior de la base para confirmar que habían visto a Lior.
La policía dijo que no tenían información y no permitirían que la familia ingresara.
"No es posible ubicar el cuerpo en este momento", dijo una sargento de policía.
"Al final lo retirarán. Ellos están haciendo todo lo que pueden, pero hay que darles un poco de tiempo".
La sargento de policía, a quien no se le permitió dar su nombre, dijo que ya se habían tenido conversaciones similares afuera de la base.
"Hay muchas personas fallecidas adentro y necesitamos estar 100% seguros de que tenemos a la persona correcta antes de decirlo a la familia", explicó.
"Han pasado cinco días desde el evento y esto tiene un efecto en los cuerpos, ¿entiendes? No podemos cometer errores".
Para los judíos, cualquier retraso en el entierro de un cuerpo puede agregar un dolor inmenso a la pérdida.
Creen que una persona debe ser enterrada lo más pronto posible para que su alma pueda ascender al cielo.
Y hasta que los muertos son enterrados, la familia no puede comenzar formalmente su proceso de duelo. Al igual que el alma de la persona fallecida, ellos quedan en un limbo.
Lior Asulin, el futbolista, finalmente fue identificado y enterrado el jueves.
Zaka también está involucrada en estas etapas finales del proceso.
Muchos de los cuerpos van desde la base militar a un centro dirigido por Zaka en Tel Aviv, donde el jueves el voluntario Israel Hasid se preparaba minuciosamente para recibirlos.
Él esperaba que el trabajo continuara sin cesar durante el fin de semana, por lo que había solicitado permiso especial a un rabino para trabajar en el Sabbath.
En el centro dirigido por Zaka para exámenes técnicos que involucran ADN y registros dentales hay expertos de la policía.
No obstante, en la mayoría de casos, Hasid y los demás voluntarios de Zaka en Tel Aviv se encargan de toda la purificación necesaria antes del entierro.
Ellos lavan los cuerpos con agua tomada de un río que corre junto al edificio y los limpian suavemente con algodón. Cortan el cabello y las uñas si es necesario.
"En estas circunstancias, el trabajo no puede ser perfecto debido a la naturaleza de este ataque", dijo Hasid.
"Pero haremos todo lo que podamos".
Al final del proceso, los voluntarios de Zaka envuelven cuidadosamente los restos de cada persona en una sábana de lino blanco y los entregan a los servicios funerarios para su entierro.
Hasid explicó que lo hacen para que las almas de los fallecidos puedan escapar y sus familias puedan comenzar su duelo.
(Imágenes: Joel Gunter)
PURANOTICIA // BBC MUNDO