Ambos mandatarios se encontraron este viernes junto al presidente de Estados Unidos, Joe Biden, quien ha organizado una cumbre de los tres países en el retiro presidencial de Camp David (Maryland). Aunque tenue, es un logro diplomático para el líder estadounidense.
Es algo que muchos consideraban imposible: una reunión histórica entre el primer ministro de Japón, Fumio Kishida, y el presidente de Corea del Sur, Yoon Suk-yeol.
Ambos mandatarios se encontraron este viernes junto al presidente de Estados Unidos, Joe Biden, quien ha organizado una cumbre de los tres países en el retiro presidencial de Camp David (Maryland). Aunque tenue, es un logro diplomático para el líder estadounidense.
Corea del Sur y Japón son vecinos y viejos aliados de Estados Unidos, pero nunca han sido amigos entre sí.
Ahora, sin embargo, una China cada vez más asertiva ha renovado el interés de Estados Unidos en el este de Asia. Y ha unido a dos países que durante décadas han luchado por superar profundos agravios históricos.
"La reunión en Camp David me parece alucinante", escribió Dennis Wilder en la red social X, antes Twitter. Wilder, profesor de la Universidad de Georgetown, fue el responsable de la gestión de las relaciones entre Japón y Corea del Sur durante el gobierno de George W. Bush.
En ese momento, "apenas pudimos lograr que los líderes surcoreanos y japoneses se reunieran con nosotros en la misma sala", dijo.
En los últimos meses, Kishida y Yoon han tomado medidas tentativas para resolver su animadversión y fortalecer los lazos con Washington. Esta alianza que alguna vez fue inconcebible está impulsada por preocupaciones compartidas, la mayor de las cuales es China.
Esta ha sido la primera vez que líderes extranjeros visitan el retiro presidencial Camp David desde 2015 y, según un portavoz de la Casa Blanca, constituye un intento de "señalar y demostrar cuán en serio" Biden toma la relación entre Japón y Corea del Sur.
"La cumbre de Camp David es verdaderamente histórica, inimaginable hasta ahora, porque la relación Seúl-Tokio siempre estuvo plagada de disputas históricas que empañaron las dos patas del triángulo", dice Duyeon Kim, del Programa de Seguridad del Indo-Pacífico en el Centro para Nueva Seguridad Estadounidense, con sede en Seúl.
"Es una oportunidad extremadamente rara para que los tres países impulsen su visión al siguiente nivel. Deben aprovecharla y avanzar con audacia incluso en temas ambiciosos antes de que los ciclos de elecciones presidenciales pongan a prueba o pongan presión sobre la durabilidad de sus compromisos", apuntó.
Para empezar, las heridas son antiguas.
Algunos pueden describir a los dos países como "amienemigos", pero es un término demasiado trillado para describir el profundo dolor entre los surcoreanos, incluidas las miles de las llamadas "mujeres de consuelo" que fueron secuestradas y utilizadas como esclavas sexuales por el ejército japonés durante Segunda Guerra Mundial.
Los surcoreanos creen que los japoneses nunca se disculparon adecuadamente por la colonización de la península de Corea entre 1910 y 1945. Sin embargo, Tokio argumentó que había expiado sus "pecados históricos" en varios tratados.
Cualquier distensión siempre ha sido frágil, casi como un juego de Jenga. Incluso cuando el bloque de Asia oriental parecía sólido, un solo movimiento en falso podría derribar todo el edificio.
En 2018, un largo caso judicial en Seúl sobre el uso de trabajo forzado por parte de Japón durante la Segunda Guerra Mundial inició una disputa comercial que hundió las relaciones entre los vecinos a su nivel más bajo desde la década de 1960.
Pero recientemente ha habido avances, incluida una reunión histórica en marzo, que le abre a Washington una nueva ventana de oportunidad.
Hay una buena razón para que los dos nuevos gobiernos dejen de lado sus diferencias, incluso a costa del capital político en el frente interno.
Esta es, después de todo, la era de la política pragmática y ambos países ven una amenaza mayor que se avecina.
La postura asertiva de China en Asia ha alarmado a sus vecinos.
Pekín reclama Taiwán, una isla gobernada democráticamente, y no ha descartado el uso de la fuerza para "unificarla" con el continente. Las incursiones en el espacio aéreo taiwanés y ahora la llamada "nueva normalidad" en esa zona está caracterizada por grandes ejercicios militares.
También está Corea del Norte, que ha realizado más de 100 pruebas de armas desde principios de 2022, incluido el lanzamiento de misiles hacia Japón.
La guerra en Ucrania también ha llevado a muchos países, incluidos Corea del Sur y Japón, a dar prioridad a la seguridad nacional.
Todo esto parece haber ayudado a Biden a ganar donde sus antecesores en Washington habían fracasado.
"Esto marca un hito importante en la historia de la relación trilateral que se ha movido a trompicones en las últimas tres décadas", dijo Andrew Yeo, quien ocupa la cátedra de estudios de la Fundación SK-Korea en el Brookings Institution, un centro de estudios con sede en Washington.
Él dice que las tres partes intentarán "cimentar los logros" que han conseguido en el último año, "mientras generan impulso... para abordar una variedad de desafíos de seguridad en el noreste de Asia y la región del Indo-Pacífico".
Eso significaría firmar acuerdos sobre defensa, diplomacia y tecnología. Y en esa dirección avanzaron este viernes.
Los mandatarios acordaron realizar ejercicios militares regulares, establecer una nueva línea de comunicación directa de crisis de tres vías y, lo que es más importante, se comprometieron a reunirse una vez al año.
El objetivo de Washington es establecer lazos a largo plazo que se mantengan incluso después de que los tres mandatarios cesen en sus funciones.
"Biden, Yoon y Kishida tienen la oportunidad de hacer una historia aún más grande que dure más allá de una reunión histórica en Camp David", dijo Duyeon Kim.
"Sus respectivos gobiernos deberán implementar su visión conjunta de manera proactiva y más allá de sus mandatos porque la relación Seúl-Tokio continuará con altibajos".
"Si un presidente surcoreano ultraizquierdista y un líder japonés ultraderechista son elegidos en sus próximos ciclos, entonces cualquiera de ellos podría descarrilar todo el trabajo arduo y significativo que Biden, Yoon y Kishida están realizando en este momento”, agregó.
Y ahí está el desafío.
Kurt Campbell, asistente adjunto del presidente Biden y coordinador de asuntos del Indo-Pacífico, elogió el "coraje político" de Kishida y Yoon, calificándolo como "un tipo de diplomacia impresionante".
Pero un cambio de liderazgo podría significar un cambio de posición.
"Las tensiones que son profundas, particularmente en Corea del Sur debido a animosidades históricas pasadas relacionadas con la colonización por parte de Japón, no desaparecen de la noche a la mañana, y es probable que sigamos viendo surgir disputas diplomáticas, como sucedió hace un par de semanas cuando el ministerio de Defensa japonés reclamó como propias a Dokdo (islas de Takeshima) en su estrategia de seguridad nacional", dijo Andrew Yeo.
"Los índices de aprobación relativamente bajos para Kishida y Yoon en casa pueden limitar la cantidad de capital diplomático que los dos líderes podrían invertir en las relaciones entre Corea y Japón. También creo que en algún momento las dos partes, y Japón en particular, necesitarán una revisión más exhaustiva y un reconocimiento de su pasado colonial en Corea y en otros lugares".
Aunque algunos analistas señalaron la posibilidad de que Japón y Corea del Sur no quisieran ir tan lejos como Biden al criticar a China, por temor a una reacción violenta. Sin embargo, en la declaración conjunta emitida en Camp David los tres mandatarios han acusado a China de un comportamiento peligroso y agresivo en el Mar de China Meridional.
Por otra parte, los pactos que involucran medidas económicas pueden ser más difíciles de asegurar que los acuerdos sobre seguridad nacional.
Las tensiones entre Estados Unidos y China, especialmente las restricciones económicas, han tenido un costo tanto para Corea del Sur como para Japón.
China es un socio comercial clave para ambos. Y las empresas de Seúl y Tokio, como Samsung y Nissan, dependen en gran medida de los trabajadores y consumidores chinos.
Pekín hizo público su descontento por la cumbre. Lo ve como otro intento más de EE.UU. de "contener" su influencia, sin importar cuánto lo niegue la Casa Blanca, y lo ha denominado como una "mini-OTAN", caracterización que fue rechazada por el asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Jake Sullivan.
En los meses previos al encuentro de este viernes, el ministro de Relaciones Exteriores de China, Wang Yi, instó a Corea del Sur y Japón a trabajar con Pekín para "revitalizar el este de Asia".
En julio, en un video que ahora ha sido ampliamente compartido, hizo un llamamiento inusualmente contundente: "No importa qué tan rubio te tiñes el cabello o qué tan afilada le das forma a tu nariz, nunca puedes convertirte en europeo o estadounidense, nunca puedes convertirte en un occidental. Debemos saber dónde están nuestras raíces", dijo.
Si bien Biden se ha centrado, quizás con éxito, en construir alianzas de defensa en Asia, ha dejado poco espacio para comprometerse con Pekín y Pyongyang.
Había señales de que esto estaba cambiando, con una serie de recientes visitas a Pekín de altos funcionarios estadounidenses: el secretario de Estado, Anthony Blinken, la secretaria del Tesoro, Janet Yellen, y el enviado especial de Estados Unidos para el clima, John Kerry.
También hay informes de que Washington se ha acercado al líder norcoreano, Kim Jong-un, con una oferta de conversaciones de alto nivel "sin condiciones previas".
Pero el tiempo se acaba debido al comienzo de otro ciclo electoral en Estados Unidos.
(Imagen: Getty Images)
PURANOTICIA // BBC MUNDO