En las criptas excavadas bajo este emblemático templo de la capital peruana descansan los restos de miles de personas enterradas durante los varios siglos de la dominación española.
El profesor Cayetano Villavicencio se mueve con soltura entre los montones de fémures y calaveras que guardan estas oscuras galerías. Lleva años dedicado a su estudio y conservación y no logra disimular cierta pasión.
“Fíjese, algunos fémures son extraordinariamente grandes”, indica al visitante.
Estamos en las catacumbas del Convento de San Francisco de Asís, en pleno centro de Lima. En las criptas excavadas bajo este emblemático templo de la capital peruana descansan los restos de miles de personas enterradas durante los varios siglos de la dominación española.
“Es el cementerio subterráneo de América Latina”, afirma con orgullo el profesor Villavicencio. El mensaje lo repiten las páginas web de promoción turística del gobierno peruano.
El convento es un tesoro del arte barroco de la época colonial, construido en 1535, cuando los franciscanos y otras órdenes religiosas iniciaban su implantación en América de la mano de la Corona española, pero lo que más suele fascinar a los turistas son los cráneos, fémures, clavículas, etc, que reciben al visitante cuidadosamente alineados en lo que antaño fue un camposanto.
“Lo que más abunda son calaveras y fémures porque son los huesos que se conservan por más tiempo”, explica Villavicencio, pero también hay esternón, fragmentos de coxis y otros restos óseos.
Nadie sabe exactamente cuántas personas fueron enterradas aquí. Las estimaciones más frecuentes hablan de que fueron al menos 25.000, aunque Villavicencio calcula que pudieron ser más de 100.000.
“Sabemos que en el convento hay muchos pasillos y galerías en los que hay enterramientos que aún no han sido excavados”, señala.
En realidad, este no fue el único centro religioso bajo el que se realizaron enterramientos en la época virreinal, como prueban los restos encontrados en otras iglesias.
La sospecha de los expertos es que bajo el bullicio del tráfico en el epicentro de la capital peruana se esconde una inmensa necrópolis por descubrir.
Según le dijo a BBC Mundo el arqueólogo Pieter Van Dalen, de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, “solo se ha excavado un 30% o un 40%, pero estamos hablando de una continuidad de túneles que se extienden por toda la parte baja del centro histórico de Lima”.
Nadie sabe a ciencia cierta hasta dónde llegan esos túneles, pero leyendas locales sostienen que llegan hasta las mismas tripas del Palacio de Gobierno o más allá, incluso hasta el puerto de El Callao.
Las criptas sepulcrales del convento de San Francisco son las más impresionantes por la gran cantidad de restos y porque desde su redescubrimiento a finales de la década de 1940 se dispuso su exhibición al público.
Es un laberinto de galerías llenos de huesos que puede dar escalofríos a los visitantes más aprensivos.
“Tuvimos que señalizar muy bien el recorrido porque algún turista se perdía y se llevaba un susto”, cuenta Villavicencio.
Pero se han encontrado enterramientos masivos en otras iglesias de Lima, como las de San Lázaro, Santa Ana y la del Santísimo Corazón de Jesús, conocida popularmente como la iglesia de los huérfanos. En esta última se hallaron numerosos restos de niños enterrados.
Van Dalen explica que “se trata de estructuras funerarias asociadas a iglesias, conventos y monasterios, donde en la época colonial se enterraba a toda la población que vivía en Lima y alrededores”.
“Al principio se usaban solo para el enterramiento de los religiosos, pero con el paso de los años,debido a las diferentes epidemias y terremotos que azotaron la ciudad se empezaron a realizar allí enterramientos civiles”.
A eso se sumaba la creencia extendida entonces de que enterrarse bajo un templo facilitaba la cercanía a Dios y, en consecuencia, la salvación del alma.
“Creían que estando cerca del altar estaban más cerca de Dios”, explica Villavicencio, que ha investigado la extracción social y el modo en que se enterraba a quienes yacen en las catacumbas del convento de San Francisco.
“Aquí se enterraban españoles, criollos, indios y negros. No había exclusiones, a pesar de la jerarquización social vigente entonces. Solía tratarse de miembros de algunas de las hermandades que estaban instaladas en los altares laterales de la iglesia”, señala Villavicencio.
En aquel entonces las hermandades o cofradías eran muy numerosas y una de las formas más extendidas de agrupamiento social.
La mayoría de restos están sin identificar. No se sabe a quién pertenecen.Pero no todos eran personas anónimas. También hay personajes destacados de la época, como García Sarmiento de Sotomayor, virrey del Perú entre 1648 y 1655.
Se les solía depositar sin cajón, unos junto a otros, separados solo por un montón de tierra que los cubría. Cuando se completaba una hilera de cadáveres, se empezaba con otra que iría encima, y así sucesivamente.
Las criptas fueron tapiadas en el siglo XIX. Cuando en 1949 los monjes franciscanos del convento se decidieron a abrirlas para comprobar cómo eran, se encontraron con una multitud de huesos desparramados por el suelo.
El hallazgo no tardó en captar la atención de los medios locales y excitar la imaginación del público y el espacio acabó convertido en un museo visitable.
El 28 de julio de 1821 el general argentino José de San Martín proclamó la independencia de Perú en la Plaza Mayor de Lima.
Preocupado por la falta de salubridad en la ciudad, San Martín, convertido en Protector del nuevo Perú independiente, prohibió los enterramientos subterráneos en las iglesias.
Ya antes de eso algunos religiosos habían expresado su preocupación por la continuidad de una práctica que ponía en peligro no solo la salud pública, sino también quizá la estabilidad de las edificaciones.
En 1808 se había inaugurado el Cementerio General de Lima, hoy conocido como Cementerio Presbítero Maestro, pero la población local era reticente a que fuera ese nuevo espacio su lugar de descanso eterno y la costumbre de enterrarse en las iglesias se mantuvo todavía algunos años.
Pero con el tiempo fue paulatinamente abandonada. El espacio funerario masivo del Convento de San Francisco fue tapiado y abandonado, pero su existencia quedó en el recuerdo de la comunidad franciscana.
Solo el trabajo de arqueólogos e historiadores puede despejar la incógnita de cuán extensa era esta red funeraria que yace bajo una de las capitales más vibrantes de América Latina.
El profesor Villavicencio recuerda que hay constancia documental de que la plazuela aledaña al convento y la basílica de San Francisco eran en época colonial un cementerio y todo apunta a que las criptas sepulcrales conectaban con él.
“Hace falta un trabajo conjunto con las autoridades para hacer una investigación rigurosa en el lugar”, reclama.
Van Dalen señala que “las investigaciones sobre estas áreas se han enfocado en el turismo. Es más complicado abrir y poner en valor áreas más alejadas, donde nos enfrentamos a posibles problemas de seguridad, de derrumbes, de falta de oxígeno”.
Para el investigador, uno de los problemas es la falta de recursos. “En Perú la arqueología prehispánica se enfrenta a muchas limitaciones presupuestales; imagínese cómo es con la arqueología colonial, que tiene mucha menos atención”.