El acuerdo de paz llevó a la creación de la Autoridad Palestina (AP), cuyo objetivo era servir de autogobierno interino por cinco años, mientras las negociaciones resolvían las cuestiones centrales pendientes del conflicto.
Esta semana se produjo el trigésimo aniversario de los trascendentales Acuerdos de Oslo entre Israel y los palestinos. El acuerdo de paz llevó a la creación de la Autoridad Palestina (AP), cuyo objetivo era servir de autogobierno interino por cinco años, mientras las negociaciones resolvían las cuestiones centrales pendientes del conflicto.
Hoy, casi una década después del colapso de las conversaciones de paz, la AP sigue vigente, pero está perdiendo su legitimidad.
Con sus restaurantes vibrantes, centros comerciales bulliciosos y nuevos edificios en construcción, la próspera Ramala se ha convertido en sinónimo de la AP.
Desde 1993, cuando se firmó en la Casa Blanca el primero de un par de tratados conocidos como los Acuerdos de Oslo, el dinero de los donantes extranjeros ha llegado a esta ciudad de Cisjordania al norte de Jerusalén.
Sus calles están pobladas por elegantes ministerios gubernamentales con carteles y papelería de oficina que los sitúa en el Estado de Palestina.
Pero los palestinos son muy conscientes de que esto es solo una fachada.
En lo que respecta a los palestinos, la AP debería haber sido reemplazada por un gobierno electo, que controlaría su propio estado independiente en Cisjordania y la Franja de Gaza, con su capital en Jerusalén Oriental.
Ese sueño se ha vuelto cada vez más lejano.
“Las cosas están mal y van retrocediendo”, me dice Um Nabil, un comerciante de mediana edad de la plaza al-Manara en Ramala.
“Nuestras vidas están ahora plagadas de inestabilidad”.
Mientras que las encuestas de opinión indican que los Acuerdos de Oslo contaban originalmente con el apoyo de dos tercios de los palestinos, el enorme optimismo que generaron ha sido reemplazado por una profunda tristeza.
“Hay simplemente una percepción abrumadora de que el liderazgo palestino cometió un gran error hace unos 30 años”, dice el veterano encuestador palestino Khalil Shikaki.
“La creencia de que la solución de dos estados ya no es viable también es abrumadora, y eso hace que la gente se deprima aun más”.
La realidad de la vida de los palestinos es una ocupación militar agobiante. No importa qué camino elijan para salir de Ramala, se encontrarán con puestos de control israelíes, soldados y asentamientos.
En el momento en que se firmaron los acuerdos en 1993, había poco más de 110.000 colonos judíos viviendo en Cisjordania. Hoy, la cifra supera los 700.000.
Los asentamientos son considerados ilegales bajo la ley internacional, pero Israel siempre ha puesto esto en disputa.
Ahora Israel tiene el gobierno de más línea dura de su historia, con ministros religiosos nacionalistas que abogan por la anexión de Cisjordania.
Del otro lado, la AP –dominada por la facción Fatah del presidente palestino- es débil y carece de iniciativas para forzar a Israel a que deje de expandirse en tierras que se desean para un futuro Estado Palestino.
Es corrupta y autoritaria, y vista con frecuencia como una herramienta de la ocupación palestina.
Hay un gran resentimiento por la forma en que las fuerzas de seguridad de la AP se coordinan con el ejército israelí para arrestar a palestinos que presuntamente planean realizar ataques contra israelíes.
Miembros del público también ven que funcionarios de alto rango de la AP disfrutan de salarios elevados y permisos para ellos y sus familias para viajes de lujo que pasan por alto las restricciones de movimiento impuestas por Israel.
Creen que usan su estatus para ayudar a sus aliados a ganar acceso a esos permisos, así como a codiciados puestos y contratos públicos.
Alrededor de un 60% del público palestino ve ahora a la Autoridad Palestina como una carga, según los sondeos de Shikaki.
Hace seis meses, una pequeña mayoría dijo incluso que su colapso resultaría en favor de los intereses nacionales.
Luego de que Israel tomara Cisjordania y Gaza de manos de Jordania y Egipto en la Guerra de Medio Oriente de 1967, sus gobernadores militares dirigieron estos territorios directamente.
Entretanto, Jerusalén Oriental fue anexada a Israel en una medida que no fue reconocida internacionalmente.