
18 meses han pasado desde que se originó el dantesco megaincendio que destruyó más de tres mil viviendas en Viña del Mar y Quilpué. Han pasado bajo el ruedo anuncios pomposos, comisiones investigadoras, están presos muchos de los presuntos culpables de aquellos siniestros, pero solo 114 viviendas han sido terminadas.
Hemos entendido todo el proceso. Hoy podemos tener plena certeza que las autoridades encargadas de la reconstrucción, partiendo por la Seremi Belén Paredes, el propio Ministro de Vivienda Carlos Montes, que el famoso gerente de la reconstrucción Patricio Coronado, que la renunciada Serviu Nerina Paz, y que cada uno de los municipios involucrados en esta catástrofe han entregado su máximo esfuerzo por conseguir que el proceso salga adelante, pero el resultado está a la vista: esto no es suficiente.
El primer diagnóstico que todos deberíamos compartir es que Chile no está preparado para ir en auxilio de quienes podemos perder nuestros hogares en algún hecho como lo vivido en febrero del 2024 en Viña del Mar, o como se vivió el 2010 en el centro sur de Chile. Ya sea un terremoto, una inundación, un tornado o un megaincendio, nuestro país no tiene cómo responderle a su gente en la primera necesidad básica que es reponerle su vivienda. Hoy el Estado debe hacerse cargo de esto, y en forma urgente generar la entidad que deberá hacerse cargo de aquello cuando nuestra delgada y larga faja de territorio sea testigo de un nuevo hecho catastrófico, que tarde o temprano nos azotará de nuevo.
El segundo diagnostico, que puede tener diferentes miradas, tiene que ver con lo que pasa ahora en la Región de Valparaíso. No tenemos la capacidad de ocuparnos al mismo tiempo de cumplir con el programa habitacional del Ministerio, de los campamentos y sus necesidades, y al mismo tiempo de la reconstrucción. Debemos agilizar los procesos. Por un lado, estamos a 20 días que se nos acabe el tiempo para dar una solución a la denominada “toma más grande de Chile” que se encuentra en San Antonio, en donde hay que pensar en soluciones para al menos 4.000 familias. Sumado a eso no podemos mantener este ritmo en la reconstrucción. Ya se han muerto más de 80 jefes de familias esperando reponer su casa.
Hoy deberíamos tener un encargado, un delegado, un gerente, como se le quiera llamar. Una persona con tiempo completo de dedicación con metas claras y una carta Gantt definida para entregar la solución a quienes están esperando aún con un “papel” en la mano una solución.
Ya no se trata de encontrar culpables. Esto ya está claro. Nos pudimos convencer que se trata de un problema de capacidad. No se puede con el equipo que está. Se necesitan refuerzos y deben ser urgentes. No se trata de más recursos, los dineros están disponibles, hay que ejecutarlos. No se trata de voluntad, esta existe, lo que no hay es el liderazgo para encabezar y alinear a todos los involucrados. Todos los días debe haber un avance palpable. No podemos esperar que el próximo Gobierno se haga cargo. Es ahora cuando debemos poner a un encargado a tiempo completo de esta tarea. Las conclusiones ya están claras, esperemos que exista la altura de miras y la voluntad política para nombrar ese gerente, exigirle, ponerle presión y que este a la altura técnica de entregar las soluciones que se esperan.