
La mañana de este domingo serán miles los niños que esperarán un abrazo, un beso, un desayuno, un regalo. La celebración del día de la Niña y el Niño en nuestro país es el segundo domingo de agosto, y su celebración se debe a la ratificación de la Convención Internacional de los Derechos del Niño en 1990. Originalmente en nuestro país esta celebración se se llevaba a cabo el tercer miércoles de octubre, pero se trasladó para coincidir con la ratificación de aquella convención.
Sin embargo, también son miles las niñas y niños en Chile que nada tienen que celebrar. Son muchos los pequeños y adolescentes que debieran contar con la protección de sus familias y del Estado, familias que también son abandonadas y negadas, invisibles como si no existieran. Se trata de padres y madres que no saben cómo superar las conductas que se transforman en dolor para sus hijos y hermanos que sufren por la separación.
El sistema de protección para el llamado futuro de Chile está en deuda. En menos de 4 años, ha aumentado más de un 100% el número de niñas, niños y adolescentes que ingresan al sistema de protección.
Pero, ¿se protegen? Y la dura realidad es otra. En el caso de la explotación sexual infantil por ejemplo nuestra región de Valparaíso tiene el triste récord de ser la primera en el país. El 89% de las víctimas son niñas y jóvenes mujeres. Y cuando están bajo cuidados alternativos residenciales uno de cada 3 jóvenes entre 16 y 17 años levanta al menos una denuncia.
Las residencias de protección muestran alta vulnerabilidad a diferentes formas de violencia y explotación sexual. La alta movilidad geográfica, y la falta de arraigo y redes de apoyo agravan el riesgo de explotación sexual. Las salidas no autorizadas de las residencias, y la activación de órdenes de búsqueda y recogimiento, son reflejo de la incapacidad de las residencias para constituirse en espacios y sistemas con vínculos y protección para las niñas. En estos hogares de menores no existe hoy la certeza para que nuestras niñas y niños sean cuidados, protegidos.
El mayor éxito en el resguardo de estos vulnerados niños lo componen las llamadas familias de acogidas. Esto es un programa de protección que busca evitar que las niñas, niños y adolescentes que son separados de su familia por orden de un tribunal, sean institucionalizados en una residencia. El programa permite que estas niñas, niños y adolescentes, que han sido gravemente vulnerados, puedan ser recibidos transitoriamente en el hogar de personas que pasan por un proceso de postulación y capacitación para acoger en un espacio de contención seguro.
Pero cada vez son pocos. No dan abasto, y lo que es peor, no reciben la ayuda económica del Estado que debieran tener. El sistema en Chile no funciona. Hoy está probado que el mejor ambiente para una niña o niño es un ambiente familiar, de ahí la importancia de mejorar justamente el programa, las subvenciones y por ende entregar algo tan simple como importante a nuestros niños: amor de familia.
El amor de una familia es lo más seguro para nuestros pequeños. Este domingo mientras tu hija, tu hijo, tu nieta o nieto celebren contigo el Día del Niño, piensa en cuantos pequeñas y pequeños seguirán con su cara triste y sin esperanza esperando aquel abrazo fraterno y amoroso que es el mejor alimento que pueden recibir.
Las cifras son elocuentes, el diagnóstico lo tenemos todos, pero ¿qué hacemos para mejorar? Quién se atreve a prometerles un futuro esplendor como dice nuestro himno nacional. Esperamos que la clase política, independiente del sector que sea, derechas o izquierdas, podamos mirar que el futuro de Chile está en crisis y caminar a una solución plausible, que va primero por fortalecer la institución de la familia y de paso mejorar el programa de familias de acogida. Nuestros niñas y niños lo requieren con urgencia.