Comercialmente el segundo domingo de agosto se reconoce como el Día del Niño en Chile. Sin embargo, no es más que una fecha que simula una segunda navidad, pero que está lejos del verdadero significado de lo que se conmemora cada 20 de noviembre que es el Día Internacional de la Niñez.
En 1959 la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Declaración de los Derechos del Niño, estableciendo principios básicos para su protección. Algo tan básico como es el derecho a la vida, la supervivencia y desarrollo. El derecho a vivir en familia. Tener salud y protección. Derecho a la educación, a jugar y a recrearse.
Cuesta creer que hoy en este 2025, a 66 años de la aprobación de estos derechos, en nuestra propia región solamente existan más de 15 mil niños que sufren algún tipo de vulneración a estos derechos. Sumado a eso, en estos momentos al menos 700 niños se encuentran durmiendo en algún hogar que depende del Gobierno, y eso que solo estamos contando a quienes han sido vulnerados, sin contar quienes se encuentran con alguna familia de acogida.
No vamos a cuestionar una vez más al Estado ni a la clase política que ocupa el eslogan de “los niños primero” para algún tipo de campaña. Tampoco vamos a cuestionar el rol del Estado en el verdadero cuidado que debiera de tener de las niñas y niños que no son culpables que sus propias familias los hayan abandonado. Pero sí vamos a poner énfasis en lo que tú, yo, todos podemos hacer.
Existe un programa llamado “familias de acogida”. Este es un programa de protección que busca evitar que las niñas, niños y adolescentes que son separados de su familia de origen por orden de un tribunal, sean institucionalizados en una residencia.
Ahora para transformarse en familia de acogida no es necesario ser una familia como tal. Basta con ser mayor de edad, no tener antecedentes penales y contar con una buena salud física y psicológica. También se requiere tener ingresos regulares, estabilidad familiar y sobre todo un compromiso con el bienestar del menor.
Los primeros mil días del bebé son cruciales para el desarrollo físico, cerebral e inmunológico del niño. Esta etapa es una "ventana de oportunidades" para establecer hábitos saludables y para que la nutrición, el entorno y la relación familiar tengan un impacto positivo y duradero en la salud y el desarrollo a lo largo de la vida.
El tiempo que dura una familia de acogida puede variar, pero la idea es que no supere los 4 a 6 meses. En ese periodo la niña o el niño ya debería ser ubicado en un nuevo hogar. Lo que se busca es evitar el paso por una residencia. Este solo acto de amor de un hombre o mujer a un ser que quizás nunca más volverá a ver puede cambiar la vida a esa niña o niño.
Muchos nos sentamos en la vereda a criticar el sistema, a los políticos, a los padres, pero poco hacemos quizás para entregar una solución real a quienes realmente lo requieren. Ser familia de acogida es entregar abiertamente sin esperar nada a cambio. Ese bebé quizás nunca sabrá que tú lo acogiste, pero el acto de amor puro que puede entregarse es la mayor satisfacción que quizás se puede tener en un mundo tan egoísta como el que hoy vivimos. Afuera hay un niño que necesita de nosotros.