Era cerca del mediodía de este miércoles en la sede del Partido Republicano en la región Metropolitana, ahí en la calle Presidente Errázuriz en el corazón de Las Condes. En el patio de la casa que ha albergado al conglomerado, una carpa de perfecto blanco sirve de techo para un verdadero estudio de televisión improvisado. Un fondo muy bien cuidado, un podio perfectamente brandeado, una impecable mesa de sonido, cuatro o cinco filas de sillas mirando de frente, es el ambiente que se vive permanente en el partido cada vez que se realiza una conferencia de prensa.
El ambiente termina con un despliegue de al menos 6 cámaras de televisión, muchas transmitiendo en vivo. Más atrás personajes claves del comando, una fila de cuidadosos periodistas que, con más temor que respeto, van tratando de hacer el quiebre a un verdadero monólogo de José Antonio Kast, quien se va turnando con Arturo Squella, Presidente del conglomerado.
Es una coreografía perfecta. Hay tensión cada vez que, con cierta ironía, Kast trata de manejar las preguntas. Quiere interrogantes técnicas, no políticas. En esta ocasión, él presentó una arista de su programa de seguridad “Escudo en Ruta”. Las preguntas complejas con respuestas difíciles eran de Squella, quien plasma en cada intervención con toda sobriedad el sello de Republicanos, incluso mucho más concreto que el propio Kast que trata de ocupar la ironía o el humor negro para no mostrarse molesto cada vez que es incomodado.
Pero independiente a la puesta en escena, independiente a las formas, hay un fondo que no es menor y que se merece resaltar. En un ambiente donde todo parece una maqueta perfecta y ordenada, existe convicción. En eso José Antonio Kast no se equivoca. A él lo podemos criticar de muchas formas, pero nadie pone en duda la firmeza que su discurso tiene en temas de seguridad. Una de las incómodas preguntas vino por el video de Sebastián Zamora, el reciente diputado electo quien dijo que estaba esperando que ganara Kast “para salir a limpiar las calles”.
Desconocemos si efectivamente Kast había visto o no el vídeo, pero su respuesta fue incluso con mayor fuerza que las propias declaraciones del ex Cabo Zamora. “Si él está hablando del barrido total, como una vez que me presenté con un escobillón para limpiar las calles, entonces vamos a limpiar las calles”, partió diciendo, donde luego agregó que “vamos a limpiar las calles de los microbasurales, de los toldos azules, algo que ya está haciendo el alcalde Desbordes, porque alguien se tiene que hacer responsable, y yo me estoy haciendo responsable de que vamos a aplicar la ley”, aseveró.
El punto no fue menor. Además, José Antonio dejó un mensaje claro: “Vengan por mí, pero no por nuestros Carabineros, ni por nuestras Fuerzas Armadas, ni nuestros gendarmes. No toquen a quienes defienden a Chile con honor. Y si quieren ir por alguien más, vengan por cualquier republicano. No les tenemos miedo”.
Es justamente esta convicción la que hoy abre una luz de esperanza de lo que efectivamente pueda conseguir Kast. Aquí solo hay dos posibilidades. Que en los primeros 90 días de su eventual Gobierno veamos un cambio real y significativo en la sensación de seguridad, o será más de lo mismo. Veremos si aquella coreografía entre Squella y el candidato, como el propio Kast se identificaba en el punto de prensa, es la antesala de un jugar de memoria para enfrentar el mayor desafío que ha tenido el país. No podemos olvidar que, los últimos 12 años de su vida, ese hombre ha dedicado toda su energía para ser justamente Presidente de la República. Más tiempo que un estudiante de leyes ocupa para ser abogado, o médico, o cualquier otra carrera. Lo mínimo es una maqueta perfecta, una coreografía de memoria, pero sin duda lo que tiene mayor fuerza y relevancia es la convicción. “Vengan por mí”, dice Kast, sin miedo y de frente. Pocos pueden decir lo mismo.