A cinco días del peor atentado que se haya cometido en suelo francés, la capital gala no se recupera del impacto.
Una frase resuena en casi todas las bocas de los parisinos "pude haber sido yo". Los ataques que afectaron la capital francesa la noche del viernes 13 de noviembre han dejado una marca profunda en el actuar de los parisinos.
Los primeros días tras los ataques el metro, de costumbre ruidoso y abarrotado de gente, luce desocupado y silente. Los pasajeros no se hablan y en sus ojos se trasluce el pesar y la angustia. Cada vez que las puertas se abren las miradas se clavan en los que entran, en sus bolsas, carteras, mochilas u otros elementos que hoy se vuelven sospechosos.
Esta escenario fue el que buscaban provocar los tres grupos coordinados que portando chalecos explosivos, con peróxido de nitrógeno y un botón detonador, y armados con fusiles Kalashnikov, fijaron como objetivo un par de bares, un restaurante, el concierto de una banda estadounidense de rock y el estadio en que la selección de fútbol local enfrentaba a Alemania ante 80 mil personas. Murieron madres, padres, parejas, hermanos, amigos. 129 en una lista que aún no cierra ante la gravedad de lesiones de los sobrevivientes. A las 21:20 horas del fatídico viernes 13 se produjo el primer ataque en el bar Le Carillon, de la rue Alibert y las balas aún resuenan en la ciudad.
Los guardias de las tiendas y supermercados no dejan entrar a nadie antes de que muestren el contenido de sus bolsos o carteras. Las sirenas se oyen constantemente en las calles de París y su periferia. Se busca a los responsables, vinculados a la organización radical autodenominada Estado Islámico.
La televisión también influye mucho en este sentimiento de pavor, ya que la programación ha sido completamente modificada y no se habla de otra cosa. Continuamente los programas son interrumpidos para mostrar los operativos policiales. Mientras que por las redes sociales las informaciones reales se mezclan con los rumores y las mentiras.
Sin embargo, a pesar del miedo, los habitantes de la ciudad luz se niegan a abandonar su forma de vida. Diferentes llamados se han lanzado a través de las redes sociales para no ceder ante la amenaza desde #occupyterrasse que invita a la gente a comer y beber en la terraza de los restaurantes y bares hasta los más desinhibidos que invitan a una orgía gigante en la Place de la République, donde más de 35 mil internautas indicaron que participarían.
Ante el horror, el humor. Así lo demostró el semanario humorístico Charlie Hebdo, que solo en enero sufriera un atentado que cobró la vida de 12 personas y que en su portada más reciente muestra el dibujo de un hombre lleno de balas bebiendo en son de fiesta, con el título "Ellos tienen las armas, pero que se vayan a la mierda, nosotros tenemos la champaña".
La vida retoma lentamente su curso. Los parisinos comienzan a acostumbrarse a los militares que se pasean por la ciudad, a las sirenas, a las calles cerradas y a los recorridos de metro alterados. La adrenalina aún corre por sus venas, pero incluso ello es bueno, porque prueba que están vivos.
*Material cedido por Gabriela Bravo Chiappe, periodista chilena, coautora de Ecos del tiempo subterráneo: las peñas en Santiago durante el régimen militar (1973-1983), LOM, 2009. Residente en Paris desde hace siete años.
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AGENCIA UNO