El nuevo gobierno se enfrentará a una larga lista de desafíos como la subida de los precios de la energía, la guerra en Ucrania y la desaceleración de la economía italiana.
La victoria de la ultraderecha este domingo en las elecciones en Italia por primera vez desde la II Guerra Mundial hizo saltar las alarmas en Europa, pero ¿cómo será realmente el gobierno de Meloni si finalmente llega al poder? ¿Desafiará a Bruselas? ¿Cambiará su postura respecto a Ucrania?
La ventaja obtenida por Giorgia Meloni, líder del partido ultra Hermanos de Italia, la coloca como favorita para liderar la coalición de derechas formada por su partido, la ultraderechista Liga y la centroderechista Forza Italia de Silvio Berlusconi.
El nuevo gobierno se enfrentará a una larga lista de desafíos como la subida de los precios de la energía, la guerra en Ucrania y la desaceleración de la economía italiana.
"Hartos de los fracasos de los partidos establecidos, los votantes se decantan por lo que no se ha probado", escribió The Economist.
Sin embargo, este nuevo gobierno tendrá que hacer frente a una serie de dificultades para poner en marcha un programa que conlleva, entre otras cosas, un enorme coste económico en un país con una deuda pública en niveles récord.
La que sería la primera primera ministra mujer en la historia de la República italiana logró la victoria gracias a discursos en los que arremetía contra los inmigrantes en situación irregular y en los que llamaba a proteger "la identidad italiana".
La realidad es que el poder en Italia está limitado de muchas maneras, sobre todo por los papeles que desempeñan su presidente elegido indirectamente, actualmente Sergio Mattarella, y la recién elegida presidenta del Tribunal Constitucional italiano, Silvana Sciarra, ambos conocidos por ser centristas impecables, como recuerda The Economist.
Uno de los principales escollos que tendrá que salvar será la elección de sus ministros. Cualquier decisión sobre los miembros del consejo de ministros tiene que ser refrendada por el presidente de la República, que es un hueso duro de roer. No sería la primera vez que tumba a un candidato.
Asimismo, el Tribunal Constitucional puede echar para atrás leyes que considere contrarias a la Constitución. Sin embargo, a pesar de los temores surgidos por la defensa de la extrema derecha de la familia y los valores católicos, no se esperan giros importantes a nivel legislativo en materia de asuntos sociales.
En la regulación del aborto, por ejemplo, nada apunta a que se vaya a tocar, al menos en cuanto a su cobertura legal, aunque sí se podría dificultar su aplicación. Meloni dejó claro que no tiene previsto derogar la ley que permite el aborto, que está en vigor desde 1978 y goza de un sólido apoyo. Un intento de derogarla fue rechazado en un referéndum en 1981 por casi el 70% de los votantes.
Lo mismo ocurre con los derechos de los homosexuales. Las uniones civiles de homosexuales están permitidas desde 2016 y, aunque no existe un consenso a favor del matrimonio gay, tampoco hay urgencia por eliminarlas. Mientras, en materia de natalidad podría intentar poner en marcha algún paquete de ayudas a las familias con hijos, pero la elevada deuda pública de Italia apenas deja margen de juego.
Lo que sí se espera una ofensiva contra la migración ilegal. Abogan por adecuar las dotaciones de las fuerzas del orden público a las necesidades de control del territorio, así como por la defensa de las fronteras y el bloqueo a la llegada de barcos con inmigrantes.
No obstante, cuando Matteo Salvini estuvo por última vez en el gobierno, entre 2018 y 2019, prometió lo mismo, pero se dio de bruces con el derecho internacional y las normas de la Unión Europea, que imponen límites a lo que se puede hacer.
Hay que tener en cuenta que el derecho europeo está por encima del derecho nacional, por lo que el Tribunal de la UE podría echar por tierra cualquier medida que considere contraria al derecho comunitario.
"El primer ministro de Hungría, Viktor Orbán, es un aliado muy importante para Meloni, no solamente desde lo ideológico, sino también por los valores ultraconservadores que defienden. A nivel europeo esto puede ser un polo interesante de discusión con la UE", explica a BBC Mundo el analista político Franco Delle Donne, creador del podcast "Epidemia Ultra".
"Esto puede crear una especie de oposición interna dentro de la UE, pero al mismo tiempo va a estar condicionada por todos los fondos que recibe Italia, sobre todo, si se tiene en cuenta el antecedente de la sanción que recibirá Hungría si no se mantiene en línea con la UE", agrega el experto.
En su opinión, este será uno de los principales desafíos del nuevo gobierno, "especialmente porque ella prometió muchas cosas que cuestan mucho dinero" e intentará rápidamente desviar el discurso político hacia otros temas que no sean cuestiones económicas.
En materia fiscal, los partidos que conformarán el nuevo gobierno italiano ya plantearon en campaña una rebaja de impuestos. Meloni buscará revertir algunas de las reformas que el ex primer ministro Mario Draghi introdujo en un esfuerzo por impulsar el crecimiento de un país lastrado por problemas estructurales, culturales y demográficos.
Si el nuevo gobierno relaja la disciplina fiscal y lleva a cabo revisiones significativas de la agenda de reformas acordada por el anterior gobierno, podría poner en riesgo un plan de gasto de unos 200.000 millones de euros ($192.300 millones) de los fondos de recuperación europeos acordados para hacer frente a los estragos de la pandemia de covid. Para recibir el próximo tramo de fondos en diciembre, Roma tiene que cumplir 55 nuevos objetivos.
"Incluso un gobierno de derechas no querría molestar a Bruselas, de cuyo dinero depende en muchos ámbitos", dijo el experto del Commerzbank Jörg Krämer al diario alemán Der Spiegel.
Draghi, quien fue presidente del Banco Central Europeo en los peores momentos de la crisis financiera europea de hace una década, se resistió en todo momento a la presión política para ampliar el déficit presupuestario. Y ese podría ser uno de los primeros dilemas con los que tenga que lidiar un gobierno de Meloni.
Su primera prueba será el presupuesto fiscal, que deberá aprobarse con un apretado calendario en el otoño boreal. Los banqueros temen que el nuevo gobierno pierda el control de la elevada deuda de Italia (2,7 billones de dólares, o lo que es lo mismo, más del 150% del Producto Interno Bruto).
Asimismo, el bloque de derecha también se ha opuesto a reformar un sistema fiscal obsoleto y liberalizar la competencia, dos reformas clave prometidas por Draghi para poder optar a los fondos de la UE.
A pesar de todas las alarmas, el gran apoyo que existe aún entre la población italiana hacia la UE parece apuntar a una postura más suave de la futura primera ministra en Bruselas.
"En los últimos tramos de la campaña intentó mostrarse un poco más moderada, en términos de euroescepticismo", apunta Delle Donne.
Es cierto que, al igual que Salvini, Meloni ha hablado en el pasado de eliminar el euro o incluso de abandonar el bloque. Pero ambos han comprendido que la pertenencia a la UE es popular en Italia, donde el 71% de la población apoya al euro.
"Italia ahora mismo forma parte de este gran bloque que es la UE y de acuerdos internacionales que no pueden ser simplemente renegociados de la noche a la mañana", recordó a Reuters el analista político de la universidad italiana de Luiss, Davide Angelucci.
"También tenemos que estar, como país, dentro de instituciones como la UE por los problemas estructurales que tenemos. Pensemos en la deuda pública de este país y en todas las debilidades de los elementos estructurales de nuestra economía. Necesitamos a la UE, tanto como la UE necesita a Italia", agregó.
Como resultado, el nuevo gobierno estará limitado. Una quiebra cerraría el suministro de dinero y significaría que Italia dejaría de ser elegible para el apoyo del nuevo instrumento de compra de bonos del Banco Central Europeo. Esto provocaría una crisis en los mercados, algo de lo que es consciente el nuevo gobierno.
A diferencia de Salvini y Berlusconi, o incluso de Le Pen y Orban, Meloni no es partidaria del presidente ruso, Vladimir Putin. Desde la invasión de Ucrania, ha sido una voz firme y fuerte de apoyo a Ucrania y a la OTAN.
"La cuestión de Putin y Rusia es interesante, porque esa es una contradicción que existe en muchas formaciones de derecha radical, especialmente en occidente europeo", explica Delle Donne.
"Se trata de la cuestión de haber tenido a Putin, hasta que empezó la guerra, como una especie de modelo, de líder que podía encarnar o representar los intereses nacionales de un país que es independiente de una organización supranacional como la UE, que es pura burocracia y algo negativo para el desarrollo de cada país y para la identidad. Pero la guerra hizo surgir contradicciones internas", dice el experto.
Según Delle Donne, uno de los problemas de Meloni será hacer frente a la postura prorrusa de políticos como Orbán. "Manifestarse contra Putin le pondría en contra unos aliados muy importantes a nivel europeo".
También tendrá que resolver este problema dentro de su coalición. "Recordemos que Salvini también era una suerte de aliado de Putin. Creo que ahí va a tener una cuestión que resolver como le pasa también con Orbán".
La solución llegará por su capacidad de construir agenda. "Vamos a ver si ella es capaz de hacer que la opinión pública italiana ponga el ojo en otros temas que para la derecha radical son más importantes, o mejor dicho, más eficientes a la hora de generar discusiones, como puede ser la migración y todo lo que se deriva de ahí como la seguridad".
"Si logra que los temas relevantes del debate público estén alrededor de eso, puede ser que no tenga necesidad de posicionarse respecto a la guerra de Ucrania. Ahora bien, hay una cosa que ella no va a poder controlar, y es que si la inflación y los precios de la energía se disparan y aparecen de vuelta las sanciones contra Rusia, ahí sí va a tener una complicación, porque tendría que resolver de qué lado está. Por ahora estaría del lado de Occidente y contra Rusia, pero lo va a tener que terminar de aclarar y ahí puede decepcionar a mucha gente de entre sus votantes", apunta Delle Donne.
PURANOTICIA // BBC MUNDO