El anuncio se suma a su primera derrota política, cuando tuvo que dar marcha atrás a la idea de eliminar el impuesto sobre la renta que pagan las personas más ricas del país.
Reino Unido está de nuevo en una crisis política. En un nuevo giro radical a su plan económico, la cada vez más cuestionada primera ministra británica, Liz Truss, anunció este viernes que aumentará el impuesto a las empresas de 19% a 25%, tal como lo había planteado el gobierno anterior.
El anuncio se suma a su primera derrota política, cuando tuvo que dar marcha atrás a la idea de eliminar el impuesto sobre la renta que pagan las personas más ricas del país.
Ambas medidas formaban parte de un paquete de reforma fiscal conocido como el "minipresupuesto" anunciado a los pocos días de llegar al poder, el cual contenía una serie de recortes de impuestos que le costaron una avalancha de críticas de todo el espectro político y una reacción negativa de los mercados. Todo ello puso en duda la estabilidad de la economía.
El giro de la política económica de Truss, considerada heredera de la exprimera ministra británica Margaret Thatcher y representante de la línea más dura dentro del Partido Conservador, se produce poco después de que el ministro de Hacienda, Kwasi Kwarteng, fuera removido de su cargo.
"Está claro que partes del minipresupuesto fueron más lejos y más rápido que lo que los mercados esperaban", dijo Truss este viernes.
"Tenemos que actuar ahora para asegurar a los mercados que tenemos responsabilidad fiscal", agregó.
Cuando se le preguntó por qué debería quedarse en su cargo, al que llegó hace poco más de un mes, dijo que cumpliría sus promesas.
"Estoy absolutamente determinada a cumplir la promesa que hice de conseguir un crecimiento más fuerte, un Reino Unido más próspero y de salir de la tormenta en la que nos encontramos", afirmó Truss.
La primera ministra ha estado bajo una creciente presión dentro de su partido para que reconsidere sus planes económicos, que desencadenaron graves turbulencias financieras.
El plan, anunciado a finales de septiembre, desplomó la libra esterlina frente al dólar estadounidense y disparó el costo de la deuda a largo plazo del país.
Incluso algunos bancos suspendieron acuerdos hipotecarios en medio de la incertidumbre, mientras el gobierno argumentaba que bajarle los impuestos a los ricos haría que Reino Unido fuera más competitivo y fomentaría la creación de empresas y la inversión.
El terremoto en los mercados que provocó la reforma fiscal fue tal que el banco central del país tuvo que intervenir a través de compras masivas de deuda para evitar que sus fondos de pensiones corrieran el riesgo de irse a la quiebra.
Incluso con los cambios sustanciales al paquete de reformas original y la salida del jefe de las finanzas públicas, los inversores continúan presionando para que la compra de deuda pública del banco central siga adelante.