
Ni la caída de la anterior presidenta, Dina Boluarte, ni la llegada hace apenas una semana del actual mandatario, José Jerí, parecen calmar las aguas revueltas del país.
El descontento en Perú no cesa. Y en las calles, miles de manifestantes siguen protestando desde hace un mes.
Ni la caída de la anterior presidenta, Dina Boluarte, ni la llegada hace apenas una semana del actual mandatario, José Jerí, parecen calmar las aguas revueltas del país.
En las últimas horas, las protestas se tornaron violentas.
El miércoles, el cantante de hip hop Eduardo Ruíz, de 32 años, murió tras recibir un disparo de arma de fuego durante una manifestación en la que participaba con miles de jóvenes, según la Fiscalía.
El comandante general de la Policía Nacional de Perú, Óscar Arriola, informó este jueves que fue un suboficial quien disparó y se encuentra detenido.
Más de 100 personas resultaron heridas en los últimos días, entre ellas policías y periodistas, y varios de los colectivos que promueven las protestas aseguran que se mantendrán en las calles hasta sacar a Jerí de la presidencia.
El nuevo mandatario dijo que no renunciaría y aclaró: "Mi responsabilidad es mantener la estabilidad del país, esa es mi responsabilidad y mi compromiso".
A la vez, dijo que pedirá al Parlamento facultades para combatir la delincuencia.
Pero la muerte de un manifestante ha recordado a lo sucedido en 2020 con Manuel Merino, que tuvo que renunciar tras la muerte de dos manifestantes solo cinco días después de habr sido investido presidente.
Las autoridades parecen estar actuando esta vez de modo diferente, quizá conscientes de que un malestar popular desbordado puede forzar que la presidencia de Jerí sea también muy efímera.
El presunto autor del disparo que acabó con la vida de Eduardo Ruiz fue detenido en pocas horas y el general Óscar Arriola, comandante general de la Policía Nacional del Perú, ofreció sus condolencias a la familia, prometió una investigación "exhaustiva" y anunció que los generales responsables del operativo policial en el centro de Lima el miércoles habían sido relevados.
La pregunta es si a Jerí le bastará con actuar de manera diferente a como lo hizo Merino en 2020.
"Aunque su instinto de supervivencia lo empuja a marcar distancia de un régimen impopular, Jerí no debe olvidar que su origen es el mismo", escribió en El Comercio el columnista José Carlos Requena, en referencia a que las fuerzas que propiciaron en el Congreso el acceso de Jerí a la presidencia parecen ser las mismas que sostuvieron a Boluarte.
Pese a las protestas de los estudiantes y otros colectivos en la calle, el presidente ha sobrevivido hasta ahora a los movimientos de sus rivales, que no están dispuestos a darle tregua.
El Congreso rechazó admitir a trámite dos mociones de censura contra la mesa directiva del Parlamento.
La aprobación de una moción de este tipo implicaría la salida de Jerí de la Presidencia, que ejerce en su calidad de presidente del Congreso. Si deja de serlo, dejará de ser también el presidente de la República.
Pero el mandatario ha logrado hasta ahora sortear ese peligro.
La última votación se saldó con 63 votos en contra por solo 20 a favor, lo que revela una posición todavía relativamente sólida en el Congreso.
Aunque antecedentes como el de Boluarte muestran que esto puede cambiar en cuestión de horas en Perú.
Este mismo viernes la congresista del Bloque Democrático Popular, Sigrid Bazán, presentó una denuncia constitucional contra Jerí; su primer ministro, Ernesto Álvarez; y su ministro de Interior, Vicente Tiburcio, por su presunta responsabilidad en la muerte del manifestante.
Pocos apuestan que será el último intento contra Jerí y su gobierno.
Jerí es el séptimo presidente de Perú en menos de una década y asumió el cargo el 10 de octubre.
Si bien las protestas comenzaron todavía con Boluarte en la presidencia para pedir mejores pensiones y salarios para los jóvenes, luego se expandieron los reclamos y hoy son un crisol de los principales problemas que acusan los peruanos: crimen, corrupción y décadas de desilusión con su gobierno.
"El mal que nos aqueja en este momento es la delincuencia. El enemigo está en las calles", dijo Jerí en sus primeras palabras como presidente ante el Congreso de la República, quien prometió al jurar su cargo "una guerra contra el crimen".
El presidente ha tratado de mostrar una imagen de firmeza frente a la delincuencia en sus primeros días en el cargo.
Pocas horas después de asumirlo, participó en una operación policial para decomisar teléfonos celulares en una cárcel a las afueras de Lima.
Este mismo jueves, su primer ministro anunció que se decretará el estado de emergencia en toda la Lima metropolitana.
La criminalidad, cada vez más violenta, es una de las principales preocupaciones en Perú, con gran parte de la población y de los analistas culpando a los dirigentes políticos de inacción, cuando no complicidad, ante las bandas criminales.
Al anunciar la posibilidad de establecer el estado de emergencia en Lima, Ernesto Álvarez dijo que "no puede ser una medida gaseosa que no conduzca a nada especial" y, aunque no descartó imponer otras medidas, como un toque de queda, apuntó que "tendría que demostrarse, por parte del especialista que lo proponga, cuál es su efectividad real, considerando que la criminalidad ya no responde a la nocturnidad".
Ya los gobiernos de Boluarte recurrieron a los estados de emergencia y el despliegue de las Fuerzas Armadas en amplias zonas del país para contener al crimen organizado.
Los críticos señalan que se trata de una medida efectista y no parece haber ofrecido resultados tangibles a medio plazo.
En el primer semestre de 2025 se registraron en Perú 161 homicidios más que en el mismo periodo de 2024, según el Sistema de Información de Defunciones (Sinadef).
Solo en el pasado agosto hubo 209 homicidios. Y Human Rights Watch ha alertado de que Perú es uno de los países de la región donde más aumentan las muertes violentas.
Pero el delito cuyo incremento más alarmó durante la presidencia de Boluarte fue el de las extorsiones, que parecen haberse disparado.
Según un informe del Observatorio del Crimen Organizado y la Violencia, un organismo de análisis de la delincuencia, en 2024 las denuncias fueron más del doble que las registradas en 2018.
Según los datos policiales, cada día se presentan 75 denuncias por extorsión en Perú y los expertos señalan que el problema es probablemente mayor, ya que las víctimas evitan en muchos casos denunciar por temor a represalias de quienes los extorsionan.
Pequeños negocios y transportistas son los más golpeados. El Observatorio del Crimen y la Violencia estima en unos 180 los conductores de transporte urbano asesinados este año por negarse a pagar cupos, una cifra que ha llevado al sector a organizar sucesivos paros y protestas para exigir respuestas al gobierno.
Distintos factores, como el auge de la minería ilegal, facilidades a la delincuencia desde el poder, respuestas inadecuadas y populistas por parte de los mandatarios y una policía mermada y bajo sospecha, están detrás de este aumento de criminalidad.
Las protestas peruanas se producen en medio de una ola de manifestaciones que se desarrolla en todo el mundo, impulsada por el descontento generacional contra los gobiernos y la ira juvenil.
Nepal, Filipinas o Marruecos son algunos ejemplos de países donde han estallado protestas en las que los manifestantes se identifican como Generación Z, es decir, nacidos entre finales de la década de 1990 y 2010.
En la plaza principal de Lima, David Tafur, un electricista de 27 años, dijo que decidió sumarse a la manifestación luego de enterarse de ella en TikTok.
"Estamos luchando por lo mismo: contra los corruptos, que aquí también son asesinos", le dijo a la agencia AP, refiriéndose a las violentas protestas de 2022 y la represión gubernamental en las que murieron 50 personas.
Omar Coronel, experto en Movimientos Sociales de la Pontificia Universidad Católica del Perú, le dijo a BBC Mundo que "quienes protagonizan las protestas son sobre todo jóvenes que están ahora incorporándose al mercado laboral y descubriendo las limitaciones y dificultades que van a encontrar en él".
Los colectivos estudiantiles son de los más activos en una ola de protestas que crece, pero también jóvenes no universitarios han tomado parte.
Coronel explica que en los símbolos que utilizan durante las protestas se detecta la impronta de la Generación Z, cuyos integrantes son considerados "nativos digitales" porque no conocieron el mundo anterior a la revolución de internet.
"Hemos visto muchas banderas y pancartas con la letra Z y también la bandera de la calavera pirata de One piece, una serie de dibujos animados japoneses en las que los protagonistas luchan contra una especie de dictadura mundial", explica Coronel.
Álvarez aún no se ha pronunciado al respecto, pero anteriormente afirmó que la Generación Z de Perú es una "pandilla que quiere tomar por asalto la democracia" y no representa a "los jóvenes que estudian y trabajan".
El foco es que al ahora mandatario se le investigó tras ser acusado de violación por una mujer. La Fiscalía desestimó el caso en agosto, aunque las autoridades continúan investigando a otro hombre que estuvo con Jerí el día de la presunta violación.
Durante la protesta, más de 20 mujeres gritaron "¡El violador es Jerí!" o "¡Jerí es un violín!", una expresión coloquial peruana donde "violín" significa violador.
Las manifestantes lanzaron petardos a la Policía, que respondió con gases lacrimógenos y perdigones.
(Imagen: Caretas
PURANOTICIA // BBC MUNDO