
Cuando llega el invierno, los automovilistas de Bakú, conocidos en los países que antes formaban la URSS como amantes de las altas velocidades, ya no son tan rápidos como en verano, pero siguen siendo furiosos. Debido al sol que brilla con frecuencia en la capital de Azerbaiyán las carreteras se convirtieron en auténticas pistas de patinaje.