Dave, ha sido un amante de los automóviles clásicos desde siempre. Cuando era joven compró un Porsche 914 de 1973, el que arregló, restauró y lo convirtió en su bien más preciado.
Meses más tarde se enamoró y decidió casarse, pese a que su situación económica en ese momento no era la más buena, por lo que debió vender su carro para pagar los gastos de la boda y así comenzar a vivir en familia, junto a su esposa y la hija de ella, a quién adoptó y crió como propia desde muy pequeña.
Durante todos estos años Dave hizo de todo para que a Kristin Russels, su hijastra no tuviera ninguna carencia material ni tampoco afectiva. Incluso jugaba a las muñecas con ella y le leía cuentos.
Cuando Kristin creció, fue él quien la acompañó a las competencias de karate y a los entrenamientos de softball. Ambos formaron un vínculo de padre e hija inseparables.
Como forma de agradecerle todo lo que hizo por ella, Kristin, ya de adulta decidió darle un regalo a su padrastro así que comenzó a buscar el antiguo Porsche que Dave había vendido años atrás.
Después de dos años encontró el mismo modelo. Kristin lo compró y le encargó a un mecánico, amigo de la familia que restaurara por completo el automóvil.
Cuando todo estuvo listo, Kristin le entregó una linda tarjeta a Dave, agradeciéndole por haber sido un padre increíble con ella y reconociendo todo lo que le había dado. Luego, sintieron un auto aparcando afuera de la casa, haciendo rugir un motor.
Kristin le preguntó si había escuchado algo afuera. Dave salió a ver de qué se trataba y se llevó una gran sorpresa al ver el auto que el había tenido años atrás, pero su emoción fue mayor cuando se enteró de que el sería el dueño de ese maravilloso carro.
¡Sin duda una bonita historia de amor entre padre e hija!