La canciller de Alemania, Angela Merkel, conmemoró hoy junto a supervivientes del Holocausto el setenta aniversario de la liberación del campo de exterminio de Auschwitz.
Berlín, 26 ene (EFE).- La canciller de Alemania, Angela Merkel, conmemoró hoy junto a supervivientes del Holocausto el setenta aniversario de la liberación del campo de exterminio de Auschwitz (Polonia), un lugar que, dijo, sigue llenando de vergüenza a los alemanes: "no tenemos derecho a olvidar", manifestó.
"Lo que ocurrió en Auschwitz es algo que a los alemanes nos llena de vergüenza, fueron alemanes los que cometieron los crímenes que representaron una quiebra de la civilización", dijo Merkel en un acto organizado en Berlín por el Comité Internacional de Auschwitz en la víspera de la ceremonia oficial, que se celebrará en Polonia.
Merkel fue precedida en el podio por dos supervivientes del Holocausto, Marian Turski y Eva Pusztai-Fahidi, que pronunciaron discursos basados en sus recuerdos personales y en el destino de sus familias, gran parte de las cuales murió en las cámaras de gas.
Pusztai-Fahidi conmovió al auditorio, que la aplaudió de pie después de que repasara su biografía desde el momento en que llegó a Auschwitz, en 1944, hasta el día de hoy cuando, ya en una edad avanzada, dice haber encontrado una razón válida para estar viva y no haber muerto como sus padres y su hermana pequeña.
"Como todos los supervivientes, he llevado como una carga la pregunta '¿por qué yo, por qué no me he muerto como los otros?' Con los años creo haber encontrado una respuesta: estoy viva para dar testimonio de lo que pasó", dijo.
En el momento en que su familia fue deportada a Auschwitz, la hermana menor de Eva Pusztai-Fahidi tenía 11 años, su madre, 39, y el padre era un poco mayor.
"Mi padre nos había dado ánimos diciendo que permaneceríamos juntos y que lograríamos superar los pocos días que faltaban para el fin de la guerra. No alcanzó a pasar un día cuando ya nos habían separado y mi madre y mi hermana pequeña fueron llevadas a las cámaras de gas", recordó.
"Me imagino a mi madre en la cámara de gas, con mi hermana tomada de la mano y con muchos otros, y todavía me pregunto qué fue lo último que pensó", agregó.
La búsqueda de una reconciliación sigue siendo difícil a pesar del paso de los años: "Hemos aprendido a deponer el odio, pero ¿reconciliación? Nos reconciliemos o no, nuestros muertos no volverán", manifestó.
Marian Turski centró su discurso en la necesidad del diálogo con las generaciones más jóvenes sobre el Holocausto, a partir de una experiencia que tuvo hace seis años en un acto en el antiguo campo de concentración de Dachau.
Una joven becaria alemana, tras enterarse de que él había estado en Buchenwald y Auschwitz, le pidió que le hablara de la vida cotidiana en los campos de exterminio.
"Le conté cosas del horror pero también cosas que reflejan la grandeza humana y, al final, le pregunté si alguna vez le había formulado preguntas a sus padres o a sus abuelos sobre el Holocausto. Me dijo que no había tenido el valor", relató.
Años después, Turski recibió una carta en la que la joven le pedía disculpas por haberle preguntado algo que no se había atrevido a preguntar a gente de su familia y en la que le agradecía unas respuestas que le permitían llevar parte de la carga de otros.
"La Historia es como una carrera de relevos en la que una generación le entrega el testigo a la siguiente. Nosotros somos viejos y estamos entregando el testigo que ahora llevan otros, que tienen que hacer su recorrido. Ojalá nuestra experiencia les sirva para que algo así no vuelva a repetirse", dijo.
"El comienzo de Auschwitz fue la humillación de otro. Hoy cada vez que un judío, un israelí, un musulmán o un cristiano es humillado es como si Auschwitz comenzara otra vez", agregó.
El acto tuvo un marco musical que recordó la paradoja señalada en su momento por Eli Wiesel, y recordada hoy por Merkel, de que durante el nacionalsocialismo había gente que en la noche gozaba con Bach y con Schiller y de día masacraba mujeres y niños.
Al comienzo se cantó una vieja canción cuya letra original es del poeta barroco Mathias Claudius y que pretende reflejar la armonía de los hombres y la naturaleza, aunque la versión interpretada hoy tenía otra letra, que hablaba claramente del horror de Auschwitz. EFE
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