Es la primera vez en más de 60 años que la izquierda gobierna en los cinco países nórdicos (Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noruega y Suecia), admirados tanto por sus indicadores económicos como por su amplio bienestar social.
Con una campaña centrada en la "gente común y corriente", el líder laborista Jonas Gahr Støre sedujo al pueblo noruego y ganó las elecciones generales del país escandinavo la semana pasada.
Con la victoria de este millonario de 61 años nacido en Oslo, Noruega deja de ser el único país nórdico con un gobierno conservador y ahora todas la naciones de la región tendrán gobiernos socialdemócratas.
Es la primera vez en más de 60 años que la izquierda gobierna en los cinco países nórdicos (Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noruega y Suecia), admirados tanto por sus indicadores económicos como por su amplio bienestar social.
Por décadas han registrado altos niveles de riqueza per cápita, baja desigualdad y hoy son los cinco países (junto a Suiza, Alemania y Países Bajos) en donde la gente es más feliz, según el índice global de felicidad de Naciones Unidas publicado este año.
Y también hoy parecen compartir su amor por la socialdemocracia.
Para Haldor Byrkjeflot, profesor de sociología de la Universidad de Oslo y experto en los países nórdicos, esta nueva "hegemonía de izquierda" es consecuencia del resurgimiento de la popularidad del llamado "modelo nórdico" en la región.
"Casi todos los partidos lo apoyan, pero no se puede negar que los socialdemócratas han sido clave (para el desarrollo) del modelo nórdico", le dice Byrkjeflot a BBC Mundo.
El experto apunta que con la crisis del Covid-19 hay mucho más énfasis en reducir la desigualdad que ha ido creciendo desde que comenzó la pandemia y esa es una de las razones que ha impulsado el regreso de la izquierda.
El modelo nórdico surgió como respuesta a la crisis de principios de la década de 1930, bajo el liderazgo de gobiernos socialdemócratas, pero comenzó a ganar fuerza durante la gran depresión económica y social que dejó la Segunda Guerra Mundial.
Gira en torno a un gran estado de bienestar que promueve la movilidad social y un sistema de negociación colectiva multinivel. Se puede decir que su característica clave es la colaboración social.
"El modelo nórdico se basa en la cooperación entre sindicatos, empleadores y el Estado", explica Haldor Byrkjeflot.
Según el sociólogo noruego, el trabajo conjunto entre esas tres fuerzas explican los buenos indicadores de igualdad en las sociedades nórdicas.
A algunos, como el exprimer ministro danés Lars Løkke Rasmussen, les gustaría recordar que el modelo nórdico no significa que los países de la región sean socialistas.
"Sé que algunas personas en EE.UU. asocian el modelo nórdico con algún tipo de socialismo (...) Dinamarca está lejos de ser una economía socialista. Dinamarca es una economía de mercado", dijo en un discurso en Escuela de Gobierno Kennedy de Harvard en 2015.
Para muchos expertos, es más adecuado describir a los países nórdicos como socialdemocracias.
Johan Strang, profesor del Centro de Estudios Nórdicos de la Universidad de Helsinki, apunta que por décadas Europa y el mundo occidental han estado "disfrutando y sufriendo los pros y contras" del neoliberalismo.
"Los beneficios sociales se han reducido, algunos servicios de bienestar social han sido privatizados, la propiedad pública se ha ido vendiendo", le dice a BBC Mundo el académico finlandés.
"El giro a la izquierda es probablemente una reacción a todo esto y una forma de crítica a las políticas que han implementado los gobiernos de derecha".
Las particularidades varían dependiendo del país.
En Finlandia, se critican las privatizaciones y se piden reformas en el sistema de salud mixto, privado y público, mientras que en la vecina Suecia persiste un descontento por la escasez y el alto precio de las viviendas, así como por la segregación en las escuelas, donde los más pudientes suelen poder elegir los centros a los que van sus hijos.
"Y en Noruega la gente en la periferia de las ciudades se queja de que han sido abandonada por los gobiernos de derecha", apunta Strang.
Tras ocho años bajo un gobierno conservador, la izquierda noruega regresó al poder prometiendo una reducción de impuestos a las familias de bajos y medianos ingresos.
Además, se comprometieron a poner fin a la privatización de los servicios públicos, a otorgar más dinero a los hospitales y a obligar a los más ricos a pagar más impuestos.
Y con esa agenda ganó de manera aplastante: el Partido Laborista y sus dos aliados de izquierda obtuvieron 100 de los 169 escaños en el Parlamento.
La campaña dirigida a la "gente común y corriente" rindió frutos, como lo hizo "Una Suecia mejor. Para todos" en 2014.
Los resultados electorales demuestran que la idea de un gobierno que representa a "la gente común" seduce de nuevo a los nórdicos.
Strang estima que, pese a que el modelo nórdico se había "neoliberalizado" en las últimas décadas, parece estar volviendo a sus raíces. "Pero aún es muy temprano para decirlo", matiza.
Con una región nórdica más homogénea políticamente se podría pensar que los países van en una misma dirección.
Pero los expertos coinciden en que esto es difícil de predecir.
"Ayuda el hecho de que los países tengan gobiernos socialdemócratas, pero desde un punto de vista histórico muchas veces los políticos de izquierda en la región tienen fuertes personalidades, que chocan, y terminan no llevándose muy bien", recuerda Strang, de la Universidad de Helsinki.
Fue el caso de los socialdemócratas Paavo Lipponen y Göran Persson, que dirigieron Finlandia y Suecia respectivamente a principios de los años 2000. Las diferencias entre ambos líderes eran múltiples y no se esforzaban por ocultarlas.
Los partidos de izquierda en las democracias nórdicas también destacan por su pragmatismo y flexibilidad: adaptan sus políticas con el tiempo y según sus necesidades.
Mientras que los socialdemócratas en Dinamarca se han vuelto anti inmigración, en Suecia y Noruega tienen un enfoque "más humanístico", recuerda Byrkjeflot, de la Universidad de Oslo.
Actualmente el sistema político nórdico, como en toda Europa, está en crisis y el tema de la gestión de la inmigración y el trato que reciben los migrantes desata grandes debates.
Los partidos tradicionales encuentran dificultades para ganarse al electorado y, al mismo tiempo, a los partidos pequeños -y en algunos con una ideología de derecha o de izquierda más "extremista"- les está yendo mejor que de costumbre.
Si bien el Partido Laborista noruego venció en las elecciones pasadas, es gracias a otros partidos más pequeños de izquierda, ambientalistas y socialistas, que logrará formar un gobierno.
Muchos se preguntan, cuánto durará la hegemonía socialdemócrata en los países nórdicos.
Podría acabarse muy pronto. El próximo 25 de septiembre, Islandia celebrará sus próximas elecciones legislativas.
Las encuestas prevén que nueve partidos ganarán al menos uno de los 63 escaños del Alþingi (el Parlamento islandés) por lo que habrá un panorama muy diverso.
Y para gobernar, una mayoría -de derecha o de izquierda- tendrá que formar una coalición.
"No se puede dar por sentado que tenemos una larga era socialdemócrata en camino", asegura Haldor Byrkjeflot.
"Pero aquellos que habían vaticinado el final de la socialdemocracia se han equivocado".
PURANOTICIA // BBC MUNDO