Pese a que no se fabrica armamento en Haití, un informe de la ONU en enero reveló que todo tipo de armas están inundando Puerto Príncipe, desde pistolas de 9 mm hasta rifles de asalto como AK47, rifles de francotirador y ametralladoras.
Haití es un Estado fuera de control. Más de dos semanas después de que dimitiera el primer ministro del país tras dispararse la violencia en la capital, Puerto Príncipe, aún se desconoce cómo será el consejo presidencial de transición.
Uno de los desafíos que deberá enfrentar este organismo es el tráfico ilegal de armas, que ha fortalecido a las pandillas.
La escalada de violencia desde que los grupos mafiosos tomaran el poder ha provocado un éxodo de la capital.
Entre los que se van está David Charles, un adolescente de 14 años cuyo padre, llamado Israel, espera nervioso su llegada en Cap-Haitien (Cabo Haitiano).
Un autocar con las ventanillas cubiertas se detiene a un lado de la carretera e Israel sonríe con anticipación. Su hijo David baja las escaleras con el equipaje y ambos se abrazan fuerte.
David logró escapar de Puerto Príncipe, una ciudad rota por la violencia de las bandas armadas y el caos político.
La mayor parte de la violencia que azota a Haití se concentra en la capital, que según la estimación de la ONU está controlada en un 80% por las pandillas.
Israel no quería que su hijo, que vivía allí solo desde hace dos años para completar su educación, se convirtiera en "una víctima".
La oleada de violencia de este mes lo impulsó a enviar a su hijo a Cabo Haitiano, una ciudad más segura en el norte del país.
"El viaje fue muy largo, más de seis horas. Estuve rezando todo el camino", cuenta David.
Y agrega: "luego, el conductor del autobús nos dijo que había muchos disparos en una zona, pero no alcanzaron nuestro vehículo".
Otros pasajeros en el autobús parecen exhaustos, aliviados, pero también molestos.
Un hombre con camiseta oscura y gafas de sol responde en voz baja cuando le preguntamos cómo está, y muestra un visible enojo al decirnos que tiene un mensaje para Estados Unidos.
"Aquí todas las armas son de Estados Unidos, todo el mundo lo sabe. Si EE.UU. quiere detener esto, ¡fácilmente podrían hacerlo en un mes! Pedimos a EE.UU. que nos dé la oportunidad de vivir, solo que nos dé una oportunidad", expone.
Pese a que no se fabrica armamento en Haití, un informe de la ONU en enero reveló que todo tipo de armas están inundando Puerto Príncipe, desde pistolas de 9 mm hasta rifles de asalto como AK47, rifles de francotirador y ametralladoras.
Todas estas armas alimentan el impactante aumento de la violencia vinculada a las pandillas en Haití.
No hay una cifra exacta de cuántas armas de fuego se trafican hoy en Haití.
Un informe de la ONU calculó que en 2020 había un número estimado de medio millón de armas legales e ilegales en el país.
El documento especificó que se estaba introduciendo armamento y munición de contrabando por tierra, aire y mar desde estados de EE.UU. como Florida, Texas y Georgia.
Se han producido incautaciones en los principales puertos del país: Puerto Príncipe, Port-de-Paix y Cabo Haitano.
Las armas ilegales se suelen esconder en contenedores de envío entre donaciones de juguetes y ropa.
En julio de 2022 las autoridades haitianas incautaron un enorme cargamento de decenas de armas de fuego y 15.000 cartuchos en un envío desde Florida con destino a una iglesia episcopal en Haití.
La ONU también identificó el uso de varias pistas de aterrizaje clandestinas construidas con fines humanitarios tras el devastador terremoto de 2010, que ahora apenas están vigiladas.
En un rincón de su despacho, el fiscal jefe de Cabo Haitiano, Charles-Edward Durant, guarda un arma semiautomática.
Asegura que necesita seguridad cada vez que viaja y que las cosas nunca habían estado tan mal en Haití: "esto es una pesadilla, un sueño horrible. Me gustaría que los haitianos despertaran y trabajaran para tener un país mejor".
¿Le preocupa que, como las armas proliferan ampliamente, la violencia pueda llegar a Cabo Haitiano?
Ante esta pregunta, sonríe con más confianza. "Estamos resistiendo, tenemos nuestras maneras: informantes, puestos de control… ¿Nos tienen miedo? Por supuesto. No estamos jugando. Cualquier cosa puede pasar. Si viene un gángster no lo hace para jugar, pero nosotros tampoco".
Estados Unidos, por su parte, prometió abordar el problema de las armas y las pandillas.
El año pasado, el Departamento de Estado aseguró que planeaba ayudar a establecer una nueva unidad policial en Haití para abordar el tráfico de armas hacia el país.
La subsecretaria de Estado adjunta para Asuntos del Caribe y Haití, Barbara Feinstein, alegó en ese momento que el tráfico de armas desde Estados Unidos era sólo "una parte de la ecuación" en el problema de Haití.
Sin embargo, sin jefe de Estado y en la práctica sin gobierno, las personas que viven en el país caribeño están atrapadas en un círculo vicioso de violencia impulsada por las armas ilegales.
Una de ellas es Juliette Dorson, de 50 años, que huyó de Puerto Príncipe tras sobrevivir a un tiroteo.
Esta mujer, cuya profesión es organizadora de eventos, todavía conserva las cicatrices de las balas que la alcanzaron cuando fue emboscada mientras trabajaba.
"Dije: 'corre, corre, corre porque están disparando'. En ese momento me dispararon dos veces: una en los pies y otra en el brazo".
Murieron diez personas, entre ellas Luc, su socio comercial de 22 años.
Juliette solloza cuando habla de él, ya que el recuerdo del suceso es demasiado traumático.
"Cuando comenzaron las pandillas y la violencia en Puerto Príncipe, el gobierno no hizo nada para detenerlas y dejaron que esto creciera y creciera. Ahora es demasiado complicado detenerlo", lamenta.
(Imágenes: Getty Images)
PURANOTICIA // BBC MUNDO