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El trabajo investigativo llevado adelante por Carabineros y liderados por la Fiscalía Regional de Valparaíso, en torno al clan familiar que administraba un verdadero cartel de narcotráfico en la comuna de Quilpué, no sólo dio resultados con un grupo de detenidos y formalizados, sino que además develó un modus operandi que hasta ahora sólo se podría ver en las series narco de las plataformas de streaming.
Muchas veces la realidad supera la ficción. En series televisivas hemos vistos distintas fachadas armadas para el narcotráfico, pero un club deportivo de fútbol, y con niños, la verdad que no podemos desconocer el ingenio de esta banda criminal.
Esta red descubierta en Quilpué parece perfecta en su operación. Había una botillería y una verdulería que se ocupaban para blanquear las ganancias, además de un moderno bus para los jugadores, pero con el objetivo de transportar la droga y una serie de operadores, dentro de la misma familia, que son parte de esta verdadera organización criminal.
Dentro de los delitos que se le imputan a este clan familiar de Quilpué está la asociación ilícita, el tráfico de drogas, disparos injustificados y un homicidio frustrado a un carabinero, es decir no es menor lo que se desbarató en la provincia de Marga Marga, todo esto tras una extensa investigación que duró un año y que nos deja demasiadas interrogantes abiertas.
¿Cuántos y cuáles negocios podrían estar siendo ocupados como fachada justamente para el tráfico de drogas?
El poder de dinero que este clan ostentaba en Quilpué no era menor. Se habla de un patrimonio que superaría los 700 millones de pesos. De hecho, en la incautación realizada por la policía uniformada se logró encontrar 11 vehículos de alta gama, más de 8 millones de pesos en efectivo y un fuerte arsenal en armas y drogas, entre eso 27 kilos de clorhidrato de cocaína y 548 pastillas de éxtasis.
Es importante el trabajo realizado en la caída de esta banda, en una región donde se piensa que este clan podría ser sólo la punta del iceberg de otras entidades criminales que ya no se esconden en barrios o cerros, sino que son protagonistas de las comunidades y forman parte social de las ciudades. Qué más social que justamente un club deportivo, identificado justamente con el nombre de la ciudad, como Quilpué Unido.
Lo triste es la esperanza de aquellos niñas y niños, de esos jóvenes, muchos de ellos llenos de sueños que no sabían que eran parte de una asociación criminal que los usaba de fachada para transportar la droga en el mismo bus donde viajaban a conquistar sus sueños con el balón. Toda una fachada que claramente supera el ingenio de cualquier libretista de Hollywood. De hecho, esta historia está para serie.
