
Los más pequeños son inocentes por naturaleza. Ven la vida con su infinita curiosidad, lo observan todo con detenimiento y admiración. Para ello cualquier cosa es nuevo y sus ansias por investigar cada rincón de su diminuto mundo parecen ser infinitas.
Cuando este padre le hizo un pequeño truco de magia a su hijo, la reacción del niño viene a constatar lo dicho anteriormente.
Pn/gm