La banda británica Coldplay hizo delirar a cerca de 60.000 fanáticos en el Estadio Nacional.
El domingo comenzó de manera fría, muy fría. Gran parte de la capital se paralizó por el Maratón de Santiago, uno de los eventos deportivos más grandes del año. Miles de capitalinos dejaron sus actividades diarias para participar de esta actividad. Pero aunque suene extraño, en horas de la tarde todo esto quedaría pequeño frente a uno de los conciertos con más convocatoria del último tiempo.
Mientras los keniatas Kipchirchir y Lobuwan lideraban la prueba de los 42 kilómetros y pasaban por las intersecciones de Avenida Grecia con Campo de Deportes, cientos de fanáticos ya hacían fila a las afueras del coliseo deportivo más importante de Chile. El frio no cesaba, pero eso no mermaba la actitud de los fans.
A eso de las 17.00 horas, las puertas del Estadio Nacional se abrieron. Miles de personas sacaron a relucir sus dotes atléticas para lograr obtener la mejor ubicación posible.
De a poco el estadio iba tomando forma. Miles y miles de fanáticos arribaban con el paso de los minutos. La noche caía y el frio se tornaba insoportable. De a poco el ambiente se comenzaba a encender: María Colores y Lianne La Havas cantaban frente a casi 40 mil personas unos minutos antes del show principal. Esta última, se sorprendió gratamente al ver como el público la acompañaba en el coro de una de sus canciones. "This is incredible", expresó la británica junto con una risa nerviosa. Pero lo mejor estaba por llegar.
A las 21:01 horas (haciendo gala de sus raíces inglesas por su puntualidad), Coldplay inició su show. Cerca de 60 mil personas escucharon la introducción de "O mio babbino Caro" de María Callas, y con ella un video de dos jóvenes argentinas que presentaban al grupo luego de su paso por el país trasandino. Las pifias y los gritos no demoraron en aparecer, aunque de inmediato fueron acalladas con la aparición de Chris, Guy, Jon y Will en el escenario.
"A head full of dreams" abrió el show. Miles de "Xylobands" (pulseras lumínicas entregadas en la entrada y que funcionaban con el ritmo de la música) se encendieron y tiñeron de un fuerte rojo todo el Estadio Nacional. Ese color que probablemente solo se ve cuando juega "La Roja" en el reducto de Ñuñoa.
Los gritos y la algarabía eran la tónica. La piel se volvía de gallina y el cuerpo se olvidaba completamente de la gélida noche que existía.
"Yellow" fue el segundo sencillo que la banda interpretó. El rojo se cambió por el amarillo. La campaña de globos iniciada por Facebook para acompañar la canción resultó a medias, solo parte del Nacional apoyó la iniciativa. El clásico de Parachutes la rompió de igual manera. La luminaria y el sonido llevaron al éxtasis a los fanáticos.
Luego vino "Every teardrop is a waterfall", una de las canciones de más éxito del disco "Mylo Xyloto". El estadio terminó de venirse abajo. El confetti y los fuegos de artificio acompañaron de principio a fin la interpretación de Chris Martin.
Haciendo juego entre los tres escenarios instalados en el césped del Estadio Nacional, la banda interpretó temas clásicos, sus últimos éxitos y canciones de "A head full of dreams", "The scientist", "Paradise", "Magic", "Viva la vida" y "Fix you" fueron solo algunos de los sencillos que sonaron en Ñuñoa.
Uno de los temas que llamó la atención fue el homenaje al fallecido David Bowie. El líder Chris Martin interpretó un cover de "Heroes", mientras las pantallas gigantes se teñían de blanco y negro en señal de luto.
Dentro del show también hubo espacio para las solicitudes de los fanáticos. Mediante una campaña en Instagram, Coldplay eligió un tema para tocar en su show. La ganadora expresó en un video que deseaba escuchar "Don't Panic", canción que figuró como la primera pista del disco Parachutes. La banda respondió al llamado y la interpretó en un pequeño escenario ubicado frente a la galería norte del estadio.
A las 22.51 horas la banda cerró su espectáculo. Cientos de personas fueron atendidas por los paramédicos del lugar debido a ataques de histeria o problemas de aprisionamiento. Los que tuvieron la suerte de ver todo el show no dejaron de repetir: "Lo mejor, por lejos" o "Excelente espectáculo, fuera de serie".
Uno de los pocos puntos que se podría reprochar es la poca distribución de pantallas gigantes dentro del Nacional, tomando en consideración la gran convocatoria del espectáculo. La galería quedaba muy lejos del escenario y las dos pantallas acopladas a los costados no eran lo suficientemente grandes como para suplir la necesidad de ese tipo de localidades.
Pero eso no empaña la presentación. La luz, el sonido y la puesta en escena dejaron a cada uno de los asistentes con expectativas más que cumplidas.
Todo se puede resumir en uno de los clásicos de los británicos: "God put a smile upon your face".
AGENCIA UNO