Entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX era común intentar imaginar como sería el futuro.
Entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX era común intentar imaginar como sería el futuro. No por nada en aquel entonces es cuando se inventa el género de la ciencia ficción, encarnado en las primeras obras de Julio Verne y H.G. Wells.
Los veloces avances tecnológicos, la posibilidad de conocer el mundo de un vistazo gracias al crecimiento de los transportes y la noción de que pronto no quedaría rincón del mismo sin explorar, ayudaron a pensar por primera vez el futuro, no como algo siempre igual, sino como un horizonte abierto de exploración.
Muchas compañías y artistas se dedicaron a realizar imágenes que mostraban el porvenir. Algunas de las más famosas son aquellas realizadas por Jean-Marc Coté y otros artistas franceses entre 1899 y 1910, aparecidas en cajas de cigarrillos y postales, y rescatadas por Isaac Asimov en 1986.
Pero otra compañía, Hildebrand, prestigiosa empresa de chocolates alemana, también se dedicó a lo mismo.
Los dibujos que produjeron y publicaron son un hermoso ejemplo de retro-futurismo, una combinación de lo arcaico con lo moderno.
Una curiosa forma de transporte: el barco-tren. Trasladarte entre continentes nunca hubiese sido tan fácil.
Otro lugar común del retro-futurismo: los arneses con alas y los medios de transporte voladores personales. Eventualmente esto evolucionaría hacia los jetpacks de los años cuarenta y cincuenta.
Una idea original y a la vez tremendamente anticuada: una locomotora a vapor que te permite mover tu casa. Es notorio como estaban marcados por la esperanza en el tren como el medio de transporte del futuro, algo que terminó no siendo tan así.
El pavimento móvil. Con sillas y todo, el objetivo era permitir a los burgueses aburridos y cansados cruzar la calle sin siquiera tener que levantar sus pies del suelo.
Los dirigibles y otras formas de transporte basadas en el globo también eran un gran éxito, hasta que el Hindenburg se prendió fuego y acalló esas esperanzas.
También se especulaba mucho con los modos en los cuales la información podía ser transportada a lo largo de grandes distancias. En esta imagen se ve una cantante de ópera cuya actuación es proyectada a través de una mezcla de teléfono y gramófono visual en la casa de una familia que no pudo concurrir.
Ciudades bajo techo, resguardadas de las fuerzas de la naturaleza, siempre soleadas.
Y submarinos similares a invernaderos para plantas para explorar las profundidades marinas.
Y también bicicletas acuáticas para navegar en su superficie.
Finalmente, una enorme trompeta/máquina del clima/artefacto prodigioso para batir en retirada a las nubes y garantizar buenas cosechas.
Quizás el futuro no es tan igual a como lo imaginaban en 1900, pero sí hay ciertas similitudes, ¿no crees?