El grupo religioso peruano Sodalicio de Vida Cristiana se fundó en 1971, cuenta con más de 20 mil seguidores en 25 países y fue reconocido oficialmente por el papa Juan Pablo II en 1997.
Hoy enfrenta acusaciones de abusos psicológicos, físicos y sexuales contra menores de edad y la Fiscalía del Perú lo investiga desde octubre de 2015.
La pesquisa comenzó poco después de la publicación del libro "Mitad monjes, mitad soldados", escrito por el periodista peruano Pedro Salinas en colaboración con la periodista Paola Ugaz.
El texto reúne 30 testimonios de abusos ocurridos a lo largo de casi 30 años, en los que las supuestas víctimas -que no dan sus nombres- señalan como autores al mismo fundador del movimiento, el laico Luis Fernando Figari Rodrigo, y a otras cabezas de la organización.
De estos testimonios, cinco narran episodios de abusos sexuales. De estos últimos, tres señalan como perpetrador al fundador Figari.
Los tres presentaron sus casos al Vaticano en 2011, pero no han recibido respuesta, según le confirmaron a BBC Mundo tanto Paola Ugaz y la ex hermana sodálite Rocío Figueroa, quien les ayudó a presentar los casos.
Aunque el grupo ha aceptado que se han presentado abusos individuales de tipo físico y sicológico -pero no sexual-, niega que sean prácticas extendidas a toda la organización.
Obediencia absoluta
El Sodalicio se fundó hace 45 años con el nombre Sodalitium Christianae Vitae, en honor al sodality o idea de hermandad entre los maristas.
Se creó como una sociedad de vida apostólica, es decir, como un grupo integrado por laicos consagrados y sacerdotes que viven en comunidades o casas compartidas entre ellos y cumplen labores de evangelización.
Un exsodálite, Martín Scheuch, le contó a BBC Mundo que en los primeros años los miembros del movimiento leían libros fascistas.
El libro "Mitad monjes, mitad soldados" especifica que uno de los autores leídos era José Antonio Primo de Rivera, fundador de la falange española.
Scheuch recordó también que una de las ideas principales con las que surgió el Sodalicio era que sus miembros debían practicar la obediencia absoluta, en cuanto a horarios, actividades, lecturas, forma de vestir e incluso estudios profesionales.
Figari -dice- solía repetir una frase que ilustraba el concepto: "El que obedece nunca se equivoca".
Rocío Figueroa, exhermana sodálite, comenta que este concepto le parecía "superpeligroso" porque hacía que uno "perdiera su capacidad crítica" y así "los superiores podían mandar cualquier estupidez".
Fernando Vidal, el asistente de comunicaciones del Sodalicio, le dijo a BBC Mundo que a los comienzos, cuando los sodálites eran muy jóvenes, tomában como referencia antiguas costumbres de la época.
Pero aseguró que nunca hubo restricción o prohibición de lecturas para los sodálites, sino "recomendaciones durante su formación".
Agregó que Primo de Rivera era sólo uno de los muchos autores que leían. "El Sodalicio es una institución religiosa, no política", dijo.
El Sodalicio se extendió desde Perú a Brasil, Colombia, Chile, Argentina, Ecuador, Costa Rica, Estados Unidos e Italia.
Ahora la "Familia Sodálite" (que agrupa también a laicos no consagrados) incluye a más de 20.000 personas en 25 países.
El grupo goza de derecho canónico desde 1997, cuando Juan Pablo II era papa.
Dormir en una escalera
Pero tres años después, la orden comenzó a aparecer en la prensa peruana por razones distintas a las religiosas.
En 2000, el exsodálite José Enrique Escardó Steck publicó en la revista peruana Gente una serie de columnas en las que contaba los abusos psicológicos y físicos que sufrió durante el año que vivió en las comunidades del Sodalicio.
En ese tiempo, dice, sus superiores lo obligaron a dormir un mes en una escalera y a comer arroz con leche con kétchup.
Además, asegura que lo amedrentaron con una cuchilla en el cuello y lo escondían en el baño de la comunidad cuando su mamá iba a visitarlo.
Fernando Vidal, el asistente de comunicaciones de la organización, no niega testimonios como los de José Enrique Escardó.
"Creo que en situaciones así confluyen muchas cosas: los defectos y problemas del señor Figari, el contexto socio-cultural de los años 60 y 70, la juventud e inexperiencia de los que iniciaban este camino", dijo.
Aseguró que ese tipo de prácticas, "más allá de cuáles sean verdaderas o no", no se hacen "desde hace muchos años en ninguna de las comunidades sodálites".
El vocero del grupo reconoció que estos casos de abusos físicos y psicológicos son "inaceptables", pero opinó que se trataban de casos particulares: "Estamos seguros que han sido hechos aislados, circunscritos. Lamentables e inaceptables".
Sin embargo, aceptó que deben hacer cambios en su institución y que están "tomando conciencia" de las "fallas": "El Sodalicio no se reduce a las denuncias. Hay mucha gente buena y generosa".
José Enrique también contó sus experiencias en un programa periodístico peruano de televisión en 2001, pero la prensa olvidó pronto el tema.