Alexander Lukashenko aclaró que Yevgeny Prigozhin "está en San Petersburgo. O quizás esta mañana voló a Moscú. O tal vez esté en otro lugar. Pero no está en Bielorrusia".
Fue Alexander Lukashenko quien negoció el acuerdo para poner fin al motín de Wagner hace dos semanas. Eso nos han dicho.
Así que, si hay alguien que puede dar luces sobre esta turbia historia, es seguramente el líder de Bielorrusia.
Formamos parte de un pequeño grupo de periodistas invitados al Palacio de Independencia de Minsk para "conversar" con Lukashenko.
Hace apenas unas semanas se especulaba frenéticamente sobre su salud. Pero está claro que el líder bielorruso tiene aguante. La "conversación" dura casi cuatro horas.
Sin embargo, en lugar de dar luces, enreda más los hechos alrededor de la reciente sublevación rusa.
Según el acuerdo entre el Grupo Wagner y el Kremlin, el jefe de Wagner, Yevgeny Prigozhin, debía trasladarse a Bielorrusia, junto con algunos de sus combatientes.
Eso no ocurrió. Al menos no todavía.
“Hasta esta mañana", dice Lukashenko, "los combatientes de Wagner, muy serios, seguían en los campamentos a los que se retiraron después de (la batalla de) Bajmut".
"En cuanto a Yevgeny Prigozhin, está en San Petersburgo. O quizás esta mañana voló a Moscú. O tal vez esté en otro lugar. Pero no está en Bielorrusia".
Le pregunto a Alexander Lukashenko si eso significa que el acuerdo se ha roto.
Dice que no. Parece que hubiera conversaciones entre bastidores de las que no vamos a saber nada.
A la hora de hablar del motín, Moscú y Minsk no han dado la misma información.
El pasado fin de semana, la televisión estatal rusa declaró que el presidente Vladimir Putin había salido de estos dramáticos acontecimientos como un héroe.
"Creo que nadie salió de esa situación como un héroe", me dice Lukashenko.
"Ni Prigozhin, ni Putin, ni Lukashenko. No hubo héroes. ¿Y cuál es la lección? Si creamos grupos armados como este, tenemos que vigilarlos y prestarles mucha atención."
La "conversación" pasa a las armas nucleares. En particular, las ojivas nucleares que Rusia ha dicho que está trasladando a Bielorrusia.
"Dios me libre de tener que tomar alguna vez la decisión de utilizarlas", había dicho recientemente Lukashenko, añadiendo: "Pero no dudaré en utilizarlas".
Le recuerdo esos comentarios.
"Joe Biden podría decir lo mismo, y el primer ministro Sunak", responde Lukashenko. "Y mi amigo Xi Jinping y mi hermano mayor, el presidente Putin".
"Pero no estamos hablando de sus armas", señalo. "Son rusas. No es su decisión".
"En Ucrania todo un ejército está luchando con armas extranjeras, ¿no es así?", replica el líder bielorruso. "Armas de la OTAN. Porque se les han acabado las suyas. Entonces, ¿por qué no puedo luchar yo con armas ajenas?".
Pero estamos hablando de armas nucleares, no de pistolas, le respondo.
"Nucleares, sí. También son armas. Armas nucleares tácticas".
Como probablemente pueda deducirse por sus comentarios nucleares, Alexander Lukashenko es una figura controvertida.
Estados Unidos, la Unión Europea y Reino Unido no lo reconocen como presidente legítimo de Bielorrusia. En 2020, los bielorrusos salieron a las calles para acusarlo de haberse robado las elecciones presidenciales del país. Las protestas fueron reprimidas brutalmente.
Menciono el caso de la activista de la oposición encarcelada Maria Kolesnikova.
"Por meses se les ha negado a sus familiares y abogados el acceso a ella en la cárcel. ¿Por qué?", pregunto.
"No sé nada de esto", afirma.
"La última vez que le entrevisté, en otoño de 2021, había 873 presos políticos en Bielorrusia", le recuerdo a Lukashenko. "Ahora hay 1.500".
"En nuestro Código Penal no hay ningún artículo sobre delitos políticos", responde.
Que no haya un artículo sobre delitos políticos no significa que no haya presos políticos, señalo.
"Los presos no pueden ser presos políticos si no hay artículo", insiste. "¿Cómo pueden serlo?".
(Imágenes: AP, Getty Images)
PURANOTICIA // BBC MUNDO