Un gigante al borde del colapso que ha remecido a los mercados bursátiles y ha encendido las alarmas ante un posible "efecto contagio" de la crisis al resto de la economía china y al sistema financiero internacional.
El optimismo expresado por Xu en la misiva dista mucho de la visión que tienen acreedores y analistas internacionales sobre la crisis que enfrenta la empresa inmobiliaria más endeudada del mundo.
Un gigante al borde del colapso que ha remecido a los mercados bursátiles y ha encendido las alarmas ante un posible "efecto contagio" de la crisis al resto de la economía china y al sistema financiero internacional.
Evergrande, que maneja 1.300 desarrollos inmobiliarios en 280 ciudades del país, tiene en vilo a sus acreedores -dentro y fuera de China-, a sus proveedores, a sus empleados y a las miles de familias que invirtieron sus ahorros en la compra de viviendas y ahora temen quedar arruinados.
Con una deuda estimada en unos US$300.000 millones, equivalente al 2% del PIB del país, los inversores se preguntan si el gobierno de Xi Jinping implementará un rescate, la dejará caer, o diseñará alguna fórmula para que algunos de los afectados reciban parte del dinero invertido en la firma.
Los más dramáticos han calificado el eventual colapso de la firma como el "momento Lehman Brothers de China", refiriéndose a la estrepitosa caída del banco estadounidense que gatilló la crisis financiera de 2008, aunque el consenso entre muchos expertos es que se produciría una bancarrota "ordenada".
"Los funcionarios del gobierno chino han estado ocupados interviniendo y trabajando activamente en un plan de reestructuración factible", le dice a BBC Mundo Zhiwu Chen, director del Asia Global Institute (AGI) y profesor titular de la Universidad de Hong Kong.
El rostro visible de la debacle es Xu Jiayin, también conocido como Hui Ka Yan en cantonés.
¿Cuál es la historia del presidente de Evergrande y qué representa en el contexto de la expansión de la economía china y el boom del endeudamiento?
El llamado "rey de las deudas", que llegó a ser unos de los hombres más ricos de China, encaja perfectamente en una de esas historias de superación personal, promovidas por el gobierno, muy parecida a la de otros multimillonarios como, por ejemplo, el fundador de Alibaba, Jack Ma (quien cayó repentinamente en desgracia a fines del año pasado).
Y la lealtad de Xu con el gobierno ha sido intocable. Antes de llegar a la crítica situación actual, el multimillonario solía atribuir su éxito a la educación y al Partido Comunista.
"Sin la reanudación del examen nacional de acceso a la universidad, seguiría en el campo. Sin una beca estatal de 14 yuanes, no podría ir a la universidad. Sin la reforma y la apertura del país, Evergrande no sería lo que es hoy", dijo en un discurso recogido por la Agencia France-Presse.
"Todo lo de Evergrande viene dado por el Partido, el Estado y la sociedad".
Este hombre de 62 años ha sido caracterizado por medios locales como un multimillonario con un gusto por las marcas de lujo, los yates, la ropa costosa y una excelente relación con el Partido Comunista que le habría permitido ascender en medio del boom inmobiliario.
Sus vínculos con la élite política y económica, que lo ayudaron a construir su imperio, ahora lo estarían perjudicando en el marco de las restricciones que ha impuesto el gobierno chino a las grandes empresas y las gigantescas fortunas de los multimillonarios.
"Si bien el Partido Comunista controla todo en China como lo exige la Constitución, los acuerdos comerciales a nivel práctico se realizan en base a conexiones o relaciones", explica Zhiwu Chen.
"Incluso las regulaciones y reglas estrictas pueden superarse si tienes las conexiones adecuadas. Es por eso que Evergrande pudo endeudarse a un nivel tan gigantesco, a pesar de todas las estrictas regulaciones", apunta el investigador.
Nacido en la pobreza rural y convertido en un magnate inmobiliario, la fortuna de Xu creció durante las últimas dos décadas tan rápido como la expansión económica china.
Originario de un pueblo en la provincia central de Henan, su padre era un trabajador de almacén y un veterano de la Guerra Civil china. Su madre murió cuando él tenía ocho meses.
Criado por sus abuelos, Xu contó en un discurso de 2017 que durante su infancia se alimentó principalmente de boniato (camote) y pan.
"En aquella época, mi mayor deseo era salir del campo, encontrar un trabajo y poder comer mejor", dijo el empresario en aquella ocasión.
En su juventud, Xu trabajó en una empresa de acero en el sur de China donde ascendió de rango y terminó siendo gerente general de la planta.
En 1992 dejó su trabajo y se mudó a Shenzhen -el pueblo de pescadores vecino a Hong Kong que acabó convirtiéndose en el llamado "Silicon Valley chino"- a probar suerte como vendedor en un conglomerado de acero y poco a poco fue desarrollando su carrera en una empresa estatal.
Era el mismo año en que Deng Xiaoping (promotor de las reformas pro-mercado que le hicieron recibir el apodo de "Arquitecto de la China Moderna") visitó Shenzhen, impulsando el espíritu emprendedor en la que sería la primera ciudad con una zona económica especial del país.
Fue así como en 1996, Xu fundó Evergrande en Shenzhen, una compañía dedicada a la construcción masiva de viviendas.
De ahí en adelante el crecimiento de su inmobiliaria parecía imparable.
Tal fue el éxito que en 2008, la firma se abrió a la Bolsa de Hong Kong y en 2017 el magnate inmobiliario se convirtió en el hombre más rico de China, según Forbes.
En el camino, Xu amplió sus inversiones a sectores muy diversos. Compró un equipo de fútbol (el Guangzhou Evergrande) e hizo inversiones en vehículos eléctricos, turismo, agua embotellada y otras industrias.
Pese a haber amasado una fortuna superior a los US$43.000 millones, su riqueza actual bordea los US$10.700 millones de acuerdo a las estimaciones de Forbes, aunque según el Índice de Multimillonarios de Bloomberg, no supera los US$7.300 millones (con cifras actualizadas al 22 de septiembre).
Del mismo modo en que el país pasó de ser una sociedad rural y empobrecida a transformarse en la gigantesca economía actual, Xu pasó desde un origen humilde a una posición de éxito que le permitió llegar a la cumbre, antes de que saliera a la luz pública la insolvencia de su firma.
Según Chang Che, redactor de Negocios de SupChina, medio especializado en analizar los acontecimientos que ocurren en China para Occidente, el empresario llevaba un estilo de vida bastante exuberante.
En la sesión parlamentaria anual en China de 2012, conocida como las "dos sesiones", escribe Che, el empresario "vistió un traje negro con un cinturón con hebillas doradas de la marca de lujo francesa Hermès, el cinturón más caro para la reunión comunista más grande del mundo".
Con esa aparición se ganó el apodo de "hermano del cinturón".
En esa época, explica Che, el magnate "era el modelo de los nuevos ricos locos de China", que volaban en sus jet privados o compraban yates valuados en millones de dólares.
"Si el ascenso de Xu de la pobreza rural a magnate inmobiliario le debe mucho al Partido Comunista, entonces su caída tiene sus raíces en el cambio radical del Partido: una reprimenda a los capitalistas, la clase adinerada y los funcionarios del Partido que ayudaron a prosperar a los desarrolladores", apunta en su análisis.
Y "si la campaña anticorrupción atacó las reglas no escritas de las propiedades inmobiliarias chinas, la incipiente campaña de 'prosperidad común' de Xi Jinping tiene como objetivo transformar el sistema financiero del país, que facilitó el surgimiento de magnates inmobiliarios como Xu", apunta.
Desde su punto de vista, el empresario representa los excesos de un sistema económico que "funcionó para las élites políticas y económicas en el pasado", pero que ha cambiado bajo los planes de Xi.
Las deudas del gigante no eran un secreto, aunque la magnitud que alcanzaron en los últimos meses dejaron en evidencia la posibilidad real de su colapso.
Hace varios años la empresa era conocida por emitir bonos extremadamente rentables con los que financiaba su explosivo crecimiento.
Ya en 2017 se había ganado el apodo de ser la "inmobiliaria más endeudada del mundo" en los círculos de inversores.
Pese al alto nivel de riesgo, la enorme deuda no fue considerada en aquel entonces una luz roja que podía poner en peligro su viabilidad comercial.
Sin embargo, las cosas dieron un vuelco cuando a mediados del año pasado el gobierno de Xi Jinping anunció medidas para controlar el endeudamiento de las inmobiliarias.
Evergrande reaccionó argumentando que tenía problemas de liquidez y que, por lo tanto, podría tener dificultades para cumplir con sus compromisos.
Así, los serios problemas de solvencia de la inmobiliaria quedaron públicamente expuestos y comenzó una frenética carrera por disminuir su endeudamiento.
La firma ideó un plan con el fin de recortar su deuda a la mitad para 2023. Puso a la venta propiedades con grandes descuentos y se deshizo de partes de sus negocios automovilístico y tecnológico.
El plan no rindió los resultados esperados y la empresa siguió cayendo en un agujero cada vez más profundo.
Sus bonos perdieron valor, las calificaciones de crédito siguieron hundiéndose y las acciones se desplomaron.
Como una bola de nieve, las malas noticias afectaron las expectativas de los inversores, la calificación de riesgo fue cayendo más y más bajo y aparecieron cada vez más acreedores reclamando su dinero.
Fue así como en agosto de este año, la compañía reportó una espectacular disminución en sus ganancias netas y advirtió que algunos de sus proyectos inmobiliarios podían estar en riesgo.
En las últimas semanas la firma ha advertido que no hay garantías de que pueda cumplir con todas sus obligaciones financieras en su situación actual.
Trey McArver, cofundador de la firma de análisis Trivium China y editor de China Politics Weekly, plantea que Xu Jiayin es un símbolo de las nuevas restricciones que el gobierno chino ha impuesto a los gigantes empresariales en distintos sectores económicos.
Sin embargo, para el analista, la crisis de Evergrande "no ha sido causada por la iniciativa de 'prosperidad común' y, en lo fundamental, no está realmente relacionada con ella".
El potencial colapso de la inmobiliaria "es realmente el resultado de la campaña de reducción de riesgos financieros más amplia que ha estado en marcha desde 2017", le dice a BBC Mundo.
Los reguladores, argumenta, pueden incluso terminar "enmarcando el problema como uno de prosperidad común", pero en la práctica, el telón de fondo es disminuir los riesgos.
Es posible que, en este contexto, exista "más presión para sancionar cualquier trato turbio de Xu y otros ejecutivos de Evergrande", sostiene McArver.
Por lo pronto, mientras el gobierno determina quién "pagará" los costos de la crisis de Evergrande, agrega, es más probable "que sean accionistas ricos", en vez de las personas que compraron viviendas.
PURANOTICIA // BBC MUNDO