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El domingo 14 de diciembre de este 2025 tendremos certeza de quién será el próximo Presidente o Presidenta de Chile por los próximos cuatro años, quien deberá asumir la dirección de nuestro país el próximo 11 de marzo del 2026.
Hoy el gran desafío que tienen las dos derechas y las dos izquierdas es ver de qué forma les garantizan a los chilenos una mejor gobernabilidad. La Primaria oficialista, que se desarrollará a fines de este mes, será una prueba de fuego justamente para saber si son capaces –o no– de ponerse detrás de un solo liderazgo.
Por un lado, el llamado frente social demócrata que encarna la candidatura de Carolina Tohá, con radicales, socialistas, sumados al PPD y la Democracia Cristiana, junto al progresismo que internamente también tiene una especie de subdivisión entre comunistas y frenteamplistas, sin dejar de lado los "satélites independientes" del sector, como Marco Enríquez-Ominami y el propio gobernador Rodrigo Mundaca, que algo tendrán que decir terminada la Primaria.
¿Tendrán la capacidad de unirse todos tras la ganadora o ganador de la Primaria? Quizás por el fervor de la misma competencia, el cruce de discursos y declaraciones que se han visto, se deja entrever que quizás este matrimonio por conveniencia de las izquierdas podría separarse y quedar a la deriva, y llegar tan fraccionado como lo está la derecha, con un Mundaca por fuera, por ejemplo.
Por el otro lado tenemos a un Chile Vamos que vive total incertidumbre, el fantasma de un nuevo resultado adverso como lo vivido con Joaquín Lavín o con Sebastián Sichel dejó de ser una utopía y hoy es un escenario real a ponerlo en análisis. Por otro lado, José Antonio Kast y Republicanos parecen haber encontrado la receta para, al menos, mostrar mayor planificación en su campaña. Y así se puede visualizar en los sondeos y encuestas, aunque el camino es largo aún.
Una realidad es que si las dos izquierdas no logran unirse post primarias es muy difícil lograr el triunfo, y lo mismo en las dos derechas. Ambos se necesitan mutuamente y solo ahí, cuando esa unión sea más real, se podrá mirar al verdadero electorado que dará el triunfo. Aquel votante que mira desde el centro la elección, que es pragmático y que ha sido así en el pasado.
No podemos olvidar que la única vez que la derecha logró gobernar en estos últimos 30 años fue justamente con un Sebastián Piñera que logró unir al sector y, además, enfrentar a una izquierda dividida entre ex concertacionistas y los llamados progresistas. La división de la izquierda fue el primer antecedente que anticipaba el triunfo de la derecha el 2010 y el 2018.
Lo mismo para el otro lado: el último Gobierno que evitó la alternancia en el poder fue justamente el de Ricardo Lagos, que entregó el mando a Michelle Bachelet. Después de eso, ni derechas ni izquierdas han logrado mantener aquello. Es aquí donde el escenario cobra ventaja, justamente para que hoy esa alternancia sea tomada por una de las dos derechas.
Pero también no es menos cierto que el no llegar con una candidatura única a la primera vuelta por parte de Republicanos y Chile Vamos les deja muy poco tiempo para que en un mes se genere un trabajo en equipo.
Quizás una buena carta de las derechas sería firmar una especie de acuerdo mutuo de apoyo en un escenario de segunda vuelta. Aquí Republicanos lleva ventaja, ya que han presentado múltiples propuestas que reflejan un trabajo más estructurado, al menos en el papel. Sin embargo, la gran duda es cómo Kast enfrentaría el crecimiento económico, una de las cartas fuertes del discurso de Matthei.
Por su parte, las izquierdas deberán superar la prueba de fuego de unión que se espera exista post primarias. De lograrlo, podrían tener una ventaja y evitar la alternancia en el poder que Chile ha vivido en los últimos 15 años.
Acá, la unión hará la fuerza. ¿Quién la logrará primero: las dos derechas o las dos izquierdas? Es una verdadera incógnita y en total desarrollo.
