Lunes 21 de septiembre de 2020 23:28
Museo de la Universidad de Oxford retiró colección de cabezas humanas de tribus de Ecuador y Perú
La directora del museo Pitt Rivers afirma que esta colección refuerza estereotipos de "salvajismo" y "primitivismo" en lugar de un entendimiento profundo de estas culturas.
Durante 80 años, los visitantes del museo Pitt Rivers en la ciudad inglesa de Oxford estaban atraídos por una parte de la colección que muchos describirían como impactante y macabra.
La colección en cuestión incluye cabezas humanas del tamaño de una naranja que fueron reducidas para conservarse como trofeos de guerra. Estos cráneos fueron recolectados por exploradores europeos durante sus viajes al continente americano y a la India. Pero esta exhibición dejará de estar disponible.
El museo ha comenzado un "proceso de descolonización" en el que retiraron 120 partes de restos humanos de la vista pública.
Estos restos incluyen las tsantsas, unas cabezas achicadas por tribus amazónicas tras ser removidas del cuerpo de sus enemigos caídos en combate.
Además de las tsantsas, también se retiraron cráneos exhibidos como trofeos de guerra pertenecientes a prisioneros capturados por el pueblo Naga del norte de la India. Estas cabezas humanas se encontraban entre las principales atracciones del museo.
Pero ahora su directora afirma que esta colección refuerza estereotipos de "salvajismo" y "primitivismo" en lugar de un entendimiento profundo de estas culturas.
"La cuestión es que muchas atrocidades también pasaron a pocos metros de nosotros. Los ingleses eran arrastrados y descuartizados y nunca los exhibimos. También quemaban mujeres vivas. ¿Por qué siempre exhibimos las atrocidades de otras culturas y no las nuestras", explicó a la BBC la directora del museo, Laura Van Broekhoven.
El comercio de los cráneos
La historia de las cabezas reducidas, al igual que la decisión de retirarlas, es un asunto complejo. Las tsantsas se obtenían de las cabezas de los enemigos de tribus indígenas de la amazonia ecuatoriana y peruana, especialmente de la comunidad Shuar.
Una vez cortada la cabeza, los Shuar hacían una incisión en la parte de atrás y arrancaban la piel del cráneo.
Con un elemento cortante le quitaban los ojos, los músculos y la grasa. Cerraban los orificios con espinas y luego cocían la piel en agua de río sobre una fogata (sin dejar que el agua alcanzara el punto de hervor) durante media hora.
Más tarde reducían los rasgos faciales con piedras calientes y reimplantaban el cabello.
Los exploradores europeos del siglo XIX consideraron a las tsantsas como "curiosidades exóticas" y se interesaron rápido en el negocio, pagando caro cada una de las piezas.
Una tsantsa valía como una pistola, el precio más alto que podía alcanzar un objeto en términos de trueque.
De esta forma, estas cabezas achicadas se convirtieron en un artículo con buen valor monetario. El apetito de coleccionistas europeos en hacerse con las tsantsas desarrolló a su vez un comercio macabro.
Tras un tiempo, la riqueza originada por este negocio hizo a los Shuar mucho más poderosos que sus enemigos, provocando guerras tribales y cacerías de cabezas que incitaron más asesinatos, según Van Broekhoven.
La demanda creció tanto en Europa que empezaron a falsificarse tsantsas utilizando cráneos de monos y osos perezosos.
"La gente comenzó a hacer muchas falsificaciones. No solo los Shuar sino gente de ciudad que robaba cuerpos de morgues y encogía esas cabezas", cuenta la directora.
Prácticas sagradas
Obtener tsantsas genuinas no era una cuestión de andar "matando comunidades o vecinos de forma aleatoria", sino una práctica sagrada ceremonial con un significado profundo, asegura Van Broekhoven.
Era un tratamiento que solo se otorgaba a los líderes enemigos más feroces, por lo que la tribu, creía, podía capturar el poder de una de las múltiples almas que los Shuar y sus rivales, los Achuar, creían que poseían las personas.
Los Shuar contemporáneos afirman que sus antepasados ocasionalmente encogían las cabezas de sus propios jefes como una forma de conmemorarlos.
A los muertos se les cosían los párpados y la boca con hilos de algodón como una forma de conservar sus espíritus.
Luego se realizaba un ritual para apaciguar el alma de la víctima y hacerla parte del grupo, por lo tanto, "uniendo a los enemigos, vivos y muertos."
Pero cuando el gobierno ecuatoriano puso fin a este comercio en la década de 1960, la posesión de tsantsas en Europa había adquirido una connotación muy diferente. Para entonces, los Shuar habían intercambiado sus tsantsas por otros bienes.
En el imaginario popular occidental, películas y libros retrataban a esta y otras culturas amazónicas como horripilantes, asesinas, bárbaras e incivilizadas.
Para Van Broekhoven, la recolección de cabezas humanas podría considerarse como "parte del proyecto colonial" con el cual Occidente buscaba probar su superioridad sobre otras culturas y justificar el colonialismo.
PURANOTICIA // BBC MUNDO