Las "máquinas de bebidas" que dispensan antídotos contra las sobredosis en Estados Unidos
Los estantes de estas máquinas nuevas están llenos de aerosoles nasales contra las sobredosis de opioides, tiras reactivas rápidas para detectar drogas, pruebas rápidas de VIH, condones femeninos y masculinos, y kits de higiene básica y cuidado para las heridas.
Cualquier persona que pase por las aceras de algunas de las calles de Washington D.C., podría pensar que las máquinas expendedoras que han ido apareciendo instaladas cerca de la Casa Blanca y del Capitolioson como aquellas que ofrecen bebidas y agua, tan comunes en la capital de EE.UU.
Pero los estantes de estas máquinas nuevas están llenos de aerosoles nasales contra las sobredosis de opioides, tiras reactivas rápidas para detectar drogas, pruebas rápidas de VIH, condones femeninos y masculinos, y kits de higiene básica y cuidado para las heridas.
Lo único que se necesita para acceder a los productos que ofrece es introducir el número de producto que se necesita y después un código que se recibe inmediatamente -y de manera anónima- cuando se llama a un número que está impreso en la máquina misma.
Todo es gratuito y está disponible las 24 horas del día, los siete días de la semana.
Las siete máquinas automáticas de reducción de daños comenzaron a instalarse a pocas manzanas de la Casa Blanca y del Capitolio hace cuatro meses, y una octava entrará en funcionamiento en las próximas semanas.
La estrategia es un testimonio de la gravedad que representa la epidemia de sobredosis de opioides que enfrenta EE.UU. actualmente, al igual que un ejemplo de la creatividad y agilidad de parte de las autoridades públicas del país a la hora de afrontar un problema.
Los experimentos con “máquinas de refrescos” para distribuir productos que ayudan a reducir los daños a los consumidores de drogas no son necesariamente nuevos.
La estrategia se ha utilizado durante al menos 30 años en países como Dinamarca y Noruega.
Pero no fue hasta la pandemia de covid-19 que esta idea comenzó a ganar fuerza en EE.UU.
Una de las iniciativas de este tipo que mayor duración ha tenido en el país se adoptó en la ciudad de Cincinnati, Ohio, en febrero de 2021.
“Cuando comenzó la pandemia de covid-19, se cerraron la mayoría de los servicios de salud para usuarios de nuestra zona”, explica Suzane Bachmeyer, directora de prevención de Caracole, una organización sin fines de lucro de prevención del VIH que opera máquinas de reducción de daños en Ohio, uno de los cinco estados con tasas de mortalidad más altas por sobredosis de opioides en el país: cerca de 14 muertes al día.
"Necesitábamos mantenernos seguros, pero no queríamos dejar de actuar en la prevención del VIH y de las sobredosis, y necesitábamos una solución que eliminara el contacto pero que igual fuera eficaz".
Lo que parecía una solución de emergencia resultó ser un éxito para alcanzar un público más amplio que estuviera en necesidad de servicios de reducción de daños.
“Hay un componente de confianza que es realmente importante.Muchos de nuestros usuarios son personas con vulnerabilidades sociales y económicas, que se han enfrentado a estigmas, problemas raciales y que tenían muchas razones para desconfiar de la posibilidad de ser arrestados en una interacción con personas para recibir jeringas”, dice a BBC News Daniel Arendt, profesor en la Universidad de Cincinnati, que forma parte del programa como investigador.
"Cuando se elimina el elemento de interacción humana usando una máquina expendedora y se garantiza el anonimato, realmente se logra que una nueva población alcance una reducción de daños que de otro modo nunca hubiéramos podido lograr", apuntó.
En Cincinnati, quienes quieran retirar un producto de la máquina pueden llamar al número que aparece en la máquina y obtener un código personal válido por 90 días.
Durante este período, la persona puede retirar un artículo de cada tipo por semana.
Entre los productos se encuentran: jeringas, kits de pipas, naloxona inyectable e inhalable, pruebas de fentanilo en drogas, pruebas de embarazo, condones, entre otros.
Si la persona decide seguir usando la máquina después de 90 días, deberá volver a llamar para recibir un nuevo código.
Es en ese momento que los investigadores aprovechan, sin romper el anonimato, para conocer un poco más sobre el perfil del consumidor y sobre el uso que hacen de los elementos que sacan de la máquina.
La investigación reveló, por ejemplo, que casi una de cada cinco personas que consumían productos de la máquina lo hacían por primera vez, es decir que nunca antes había participado en servicios de reducción de daños cara a cara.
Y, aunque la mayoría de quienes consumen los productos de reducción de daños -tanto de las máquinas como de las interacciones personales- son personas blancas, la clientela de la máquina es más diversa, con un porcentaje más significativo de personas negras, por ejemplo.