Puranoticia | Secuestro de Cristián Edwards: Una historia que remeció Chile
 

Secuestro de Cristián Edwards: Una historia que remeció Chile

El hijo del empresario dueño de El Mercurio, estuvo secuestrado durante cinco meses. Aquí te narramos los detalles.

Lunes 28 de abril de 2014 a las 17:06 horas


Nacional

 

Habían pasado dos días en que Cristián Edwards no había aparecido. Era  la tarde del 11 septiembre de 1991, y su secretaria se había comenzado a inquietar. Su jefe siempre avisaba cuando no iba a llegar, y por lo demás, siempre asistía a todas sus reuniones y eventos. Era muy responsable.

 

A pesar de que era un día festivo, la mujer fue hasta las oficinas ubicadas en el centro de Santiago, para revisar si algo extraño encontraba. Ella estaba segura que algo pasaba, al acudir al escritorio de su jefe, encontró una sobre,  el cual no dudó en abrir.

 

La extraña carta no poseía remitente, ni folio. Al abrirla se percata que es una carta de advertencia en la que se informa a don Joaquín Edwards que su hijo se encuentra secuestrado.

 

 

CARTA:

 

 

SEÑOR A. EDWARS (sic)
PRESENTE

Su hijo Cristián fue cautivo hoy y en estos momentos se encuentra en un lugar seguro e inaccesible. El se encuentra bien de salud y su integridad (física y síquica) en el futuro dependerá de ustedes. El objetivo de su detención es negociar su VIDA.

Deben cumplir extrictamente (sic) nuestras indicaciones;

NO comunicar de esta situación a la prensa, policía, amigos y parientes. Cualquier paso que ustedes den en ese sentido nos enteraremos, entorpeciendo excesivamente el desarrollo y culminación de esta empresa.

Somos PROFESIONALES EXPERIMENTADOS y estamos decididos a cumplir con nuestro objetivo.

NO realicen movimiento alguno.

Tengan paciencia.

Nos volveremos a comunicar.

Nos encomendamos al SEÑOR, rogando llegar a términos satisfactorios para ambas partes.


 

A pesar de que la carta pedía

expresamente de que no se le informará a nadie del secuestro del hombre. Una de las primeras cosas que hizo Joaquín Edwards Eastman fue informarle al Ministro del Interior Enrique Krauss. “ Me expresó que me pondría lo mejor de sus hombres para lograr la ubicación de mi hijo”, dijo el dueño de El Mercurio en sus declaraciones judiciales, que hasta ahora se mantenían inéditas”.

 

Comenzaban así meses de incertidumbre. El actual vicepresidente de El Mercurio, que hasta julio último dirigió la División de Servicios Noticiosos de The New York Times, tenía 33 años y permanecía encerrado en una caja-cubículo de dos por tres metros, expuesto a sedantes, música y una luz intensa. Estaba en manos de una fracción del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR), la misma que había dado muerte al senador Jaime Guzmán, y a cambio de su liberación pedían cuatro millones de dólares. 

 

 

La misma semana que desapareció su hijo, Agustín Edwards conformó un comité asesor. Estaba integrado por él, que lo presidía, por el editor de redacción de El Mercurio, Juan Pablo Illanes; por el abogado Enrique Montero Marx y el empresario Jacobo Ergas. Un quinto integrante demoraría unos días en sumarse: Hugh Bicheno, un ex agente del servicio de inteligencia británico MI6, especialista en negociaciones de secuestros y con estudios en Chile.

Hugo León, como se hacía llamar el inglés que tenía también nacionalidad estadounidense y había nacido en Cuba, fue una figura decisiva de las negociaciones.

 

 

 

La carta era todo lo que había sobre la desaparición y en apariencia decía poco y nada sobre los autores del hecho.

 

Aconsejado por Hugh Bicheno, el ex agente del MI6, Agustín Edwards se guardó información relativa al curso de las negociaciones. La decisión no sólo obedecía a un problema de seguridad, tendiente a resguardar la vida del secuestrado. Desde un comienzo el dueño de El Mercurio tuvo predilección por Carabineros en desmedro de Investigaciones, que tenía mayor vinculación y dependencia del gobierno. Sus contactos con la policía uniformada incluso eran personales, saltándose los cauces institucionales.

 

Una vez que el secuestro se hizo público, abundaron los llamados de gente que decía tener noticias al respecto. No fueron pocos los que también aseguraron tener al joven en su poder.

 Sólo hablarían de negocios con Agustín Edwards Eastman.

 

No fue fácil convencerlos de que aceptaran al sacerdote Renato Poblete como único intermediario. Se negaron varias veces.

 

El 7 de octubre, a casi un mes de producido el secuestro, Renato Poblete recibió un nuevo llamado de los secuestradores. Insistían en hablar con Agustín Edwards. En eso todo seguía como antes. 

 

Pero esta vez, en respuesta a una solicitud anterior del sacerdote, anunciaban la entrega de una prueba que acreditaba que ellos tenían en su poder al “muchacho”, según lo llamaban. La prueba estaba escondida en uno de los sanitarios de los baños públicos del centro comercial Apumanque y consistía en una carta manuscrita por el rehén. Junto a ella venía un segundo mensaje dirigido al “Señor A. Edwards”.

 

En el llamado los secuestradores llamaban la atención de Joaquín Edwards, increpándolo de que no había hecho caso a las instrucciones de la carta, avisando del secuestro de su hijo a la policía y haciendo publicidad de lo que acontecía. Quien además advierte de los riesgos a los que se somete su hijo sometido a tantos meses de encierro,  expresando que  “Está en sus manos hacer menos dolorosa esta situación, accediendo a nuestras exigencias y cumpliendo estrictamente nuestras indicaciones”.

 

Además de insistir en que la prensa y la policía deben mantenerse al margen, las exigencias se reducen al pago de cuatro millones de dólares que debían ratificarse en los términos siguientes:

 

“Mediante un aviso en el periódico El Mercurio de Santiago con estas características: sección económicos clasificados, rubro antigüedades y objetos de arte, en recuadro de 4 por 4 centímetros, texto: “Supero ofertas, compro íconos vedas, diríjase a San Agustín N…”. El tiempo que necesite para reunir el US$, días, anótelo como número de la dirección. Publicite este aviso los días martes, miércoles y jueves, 8, 9 y 10 de octubre. De no responder exactamente como le indicamos consideraremos que usted ha cerrado este negocio y sellado el destino de su hijo”.

Fechado el 7 de octubre, el mensaje apela a la paciencia y concluye con nueva invocación mística: “Pido al Señor misericordia para todos”.

 

La carta adjunta al segundo mensaje con exigencias, que supuestamente fue escrita y redactada por Cristián Edwards, empieza así:

 

Estimados padre y madre:


Nunca pensé que algo como esto pudiera pasarnos. Me encuentro prisionero y mis captores exigen una recompensa para liberarme. Mi situación es desesperante y más aún sabiendo el dolor que esto les causa. Yo estoy bien de salud, como imaginarán no en las mejores condiciones. Tengo mucho miedo y le pido a Dios que todo esto pronto termine. Yo nunca les he pedido mucho porque sé que han pasado por una crisis económica que todavía los afecta. Ahora les pido que hagan todo lo posible por mí, porque mi vida está en sus manos y estoy sufriendo mucho.


 

Agustín Edwards no sólo seguía resistiéndose a negociar directamente, sino que desatendió la primera fórmula exigida por los secuestradores. En ese estado de cosas sobrevino el llamado telefónico recibido el 25 de octubre por el abogado Enrique Montero Marx:

 

“Escuche, ya, comuníquele a la familia de don Cristián que por la actitud que tomaron de ninguna colaboración hemos tenido que llegar al desenlace fatal. Entregaremos indicaciones para que encuentren el cuerpo del señor Cristián”.

 

Cinco días más tarde, Renato Poblete recibió un nuevo llamado de los secuestradores. Esta vez le indicaban que se dirigiera al mausoleo de la familia Del Río, los parientes maternos de Cristián, en el Cementerio Católico. Ahí Poblete encontró un nuevo mensaje acompañado de la cédula de conducir del rehén. Era el comienzo formal de las negociaciones tal como lo habían exigido los plagiadores.

 

El primer aviso clasificado de El Mercurio, ubicado en la sección Antigüedades y Objetos de Arte, apareció el domingo 3 de noviembre de 1991. Decía: “Compro iconos vedas, mejoro precios. Favor llamar 6981417”. Era el primer contacto y el número de teléfono comunicaba con Poblete. Tres días después sería seguido por una oferta concreta: “Compro iconos vedas. Perfecto estado, pago contado. 420.000.

 

La propuesta inicial (US$ 420 mil) indignó a los secuestradores. O eso quisieron hacer creer. La calificaron de “miserable” y exigieron elevarla de manera sustantiva.

 

La tercera semana de noviembre un nuevo aviso clasificado elevó el monto a US$ 520 mil y a fines de mes la oferta ascendió a US$ 595 mil.

 

Cada vez que el sacerdote Poblete se comunicaba con ellos, recibían una foto del estadoo de Cristián Edwards para saber cómo se encontraba.

 

De acuerdo con lo que relata hoy Rafael Escorza, el militante que prestó la casa para el plagio, fue en esos días que Cristián Edwards ofreció a los secuestradores pagar su rescate con dinero que tenía depositado en Estados Unidos.

 

Recién el 20 de diciembre, a través de un nuevo aviso económico, la oferta fue aumentada a US$ 650 mil, previa exigencia de una fotografía actual. La respuesta llegó mediante una carta dejada en un baño del Parque Arauco.

 

Estaba acompañada de una cinta y decía:

 

Señor Agustín Edwards: le comunicamos que no habrá ninguna fotografía actual hasta que la oferta sea aumentada -aumentar la oferta significa hacer ofertas en MILLONES DE DÓLARES y no en miles de dólares- (…) Cada día que pasa y que no cumplen con las indicaciones disminuye rápidamente la posibilidad de que la integridad física y síquica de su hijo se puedan conservar intactas. En estas fechas de unidad familiar dejen de lado su actitud inhumana (mal asesorada) y burocrática. Piensen en la vida de su hijo que se deteriora cada día más, ya que él hoy sólo desea estar con ustedes. Junto a esta nota le enviamos una grabación (lado A) con la voz de él. Por el bien de su hijo Cristián y de su familia, CUMPLA.

 

Tres días después, en vísperas de Navidad, un nuevo aviso económico anunciaba que la oferta alcanzaba los US$ 700 mil. Era un avance.

 

El 20 de diciembre llegó la cinta con la voz de Cristián Edwards a manos de la familia  y resulta conmovedora.

 

Se trata de un mensaje extenso en que el cautivo se pregunta “cómo pueden ofrecer una miseria” y plantea que “yo les puedo ayudar con eso, yo les voy a ayudar, yo me comprometo, me comprometo a trabajar junto a usted papá para recuperar todo”. “Hagan todo lo necesario para sacarme de aquí, hagan todo lo humanamente posible y después yo los ayudo, después nos arreglamos (…), yo siempre he sido una persona que trabaja duro (…) siempre me he esforzado y si salimos de esto me voy a esforzar más que nunca (…) Ya no me quedan fuerzas para seguir adelante”, se queja. “Lo que yo les estoy pidiendo es que me salven, que me ayuden, que me saquen de aquí”.

 

La última oferta anunciada por Renato Poblete en vísperas de Año Nuevo apareció publicada el sábado 4 de enero en el nuevo formato propuesto por los secuestradores. Destacada esta vez en la sección Instrumentos Musicales, el aviso clasificado decía: “Compro gaita Kennedy, pago contado 740.000”.

 

El monto terminó de sacar de quicio al jefe de la operación. “Ramiro”, alias de Mauricio Hernández Norambuena, consideró que era hora de tomar personalmente cartas en el asunto. Identificándose como “El Abuelo”, la chapa que usó en esta operación, contactó a Poblete en un teléfono de Plaza Italia:

 

-Yo soy “El Abuelo” -se oye en la grabación telefónica-. Escuche, usted ha abusado de nuestra ética profesional, pero ahora nos corresponde jugar a nosotros. Daremos a la publicidad toda la negociación, dejando al descubierto la actitud insensible de ustedes (…) Será un gran escándalo. Luego de eso aparecerá el cadáver de Cristián. Usted puede impedir este desenlace. ¿De qué forma? Accediendo a nuestras últimas exigencias. Nosotros esperamos un breve tiempo. ¿Está absolutamente claro?

 

La situación estaba en un punto crítico y fue zanjada con un último aviso publicado el domingo 19 de enero en la sección Instrumentos Musicales. Esta vez no había un monto específico, sólo un mensaje velado: “Compro gaita Kennedy, tengo oferta especial. Llamar lunes 6981417”.

La entrega del dinero finalmente fue fijada para el 31 de enero de 1992, es decir, Cristián Edwards llevaba cinco meses secuestrado.

 

A bordo de un Fiat 147, Poblete y Cancino volvieron a recorrer la ciudad. Pasearon por Recoleta, Vitacura y Providencia, donde ingresaron a un supermercado y recogieron poleras y un par de jockeys para ser identificados fácilmente a la distancia, el cual contenía una fotografía de Cristián Edwards retratado con El Mercurio del día anterior y una última instrucción que los condujo a un paso sobre nivel de la avenida Norte Sur, donde un hombre que apareció de las penumbras recogió el dinero.

 

 

Finalmente pudo ser rescatado el hijo de Joaquín Edwards, quien según relató ante el juez Correa Bulo que la noche anterior a su liberación había sido sacado de “la caja” después de cinco meses e introducido a una carpa, donde pasó las últimas horas de rehén, sometido a la música de un personal estéreo y una dosis adicional de sedantes.

 

Cristián también recordó haber regresado tal como llegó, encapuchado y envuelto en un saco de dormir, y haber sido introducido en un auto que lo dejó en lo que parecía un sitio eriazo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

pn/cc. 

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